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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Hierro. Cuando echó el ojo a uno de los costados del Horno-Toro, encontró un depósito de lo que llamaban en el oficio materiales en crudo. Rocas sin procesar, pedazos hierro macizo, varillas y planchas del mismo material. También un banco de acero, ya trabajado, listo para su fundición y/o moldeado, y que venía en distintas formas geométricas que se adaptaban a las intenciones del herrero según el perfil del arma que se quisiera construir. Yunque. Habían cuatro, y pesaban media tonelada cada uno, al menos. La superficie de todos estaba negruzca y quemada. Datsue no pudo evitar preguntarse cuántas armas podrían haberse fabricado sobre ellos. Martillo. Pinzas. Mazas. Tijeras. Piedra de afilar, y un banco amolador. Encontró todas y cada una de las herramientas necesarias para la fabricación, y más, todas colgadas en un estante. La que más le llamó la atención, sin embargo, fueron una serie de plantillas de cobre de al menos diez centímetros de espesor y un metro de ancho por largo que, curiosamente, tenían grabadas en profundidad las formas de las armas más comunes. Eran sendos moldes para arrojar, probablemente, el acero fundido. Una técnica que pocos dominaban y que aún no era vanguardia en todo Oonindo.

Madera. A un costado de la forja candente, otro depósito aislado con paja para ahuyentar la humedad. En su interior, cientos de cortes y cortes de madera en distintas formas y grosores. También distintos materiales porque parecían haber sido talados de distintos árboles. Unas más oscuras que otras. Una más endeble que la anterior.
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Mensajes en este tema
RE: (B) La penumbra de Lady Tākoizu - por Umikiba Kaido - 26/01/2019, 22:42


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