28/01/2019, 16:47
Aunque tardaron un poco, los Inuzuka reaccionaron al olor y se dispusieron a tratar de averiguar de dónde había provenido. Se separaron y trazaron un círculo de búsqueda. Quien se acercase más hacia el sur lo notaría de nuevo: un tenue, bastante sutil aroma a taidonka. Sin embargo, éste desaparecería de nuevo. Parecía que alguien había espolvoreado aquella esencia de manera bastante poco generosa, como si hubiesen esparcido media cucharadita para todo el bosque.
Quien fuese hacia el sur la olería una tercera vez, y tal olor desaparecería. Y no habría rastro visual alguno entre los arbustos o los hongos del suelo. Si seguían avanzando por tierra, en dirección al sur, encontrarían esporádicamente aquellos rastros casi imperceptibles. Sin embargo, el aroma no se hacía, al parecer, ni más fuerte ni más frecuente.
Los árboles crecían a su alrededor, y por momentos los hongos parecían marquesinas de gigantes. Las partículas de taidonka se mezclaban de vez en cuando con otros olores del bosque, como era de esperarse, y a veces costaría percibirlo. Pero, por más que lo sintieran cada tantos minutos, los Inuzuka no podrían distinguir en qué dirección cardinal se encontraría la flor. Es más: cuando percibían el aroma, lo podían sentir en cualquier dirección a su alrededor. Era como si fuese una flor fantasma y hubiese solo una por kilómetro cuadrado. Podía sentir su presencia, pero no la localizaba en el suelo.
Más hacia el norte y un poquito hacia el este, Kazuma confirmaba algo que Ranko temía.
”Dos ninjas no-rastreadores en una misión de rastreo… Creo que fue una mala idea dejar ir a Inuzuka-san. ¡Oh! ¡Debimos haberle dicho al hermano de Inuzuka-san que nos acompañara a nosotros! ¡¡Oooh!! ¡Debimos de habernos separado en equipos de un Inuzuka-san y uno de nosotros dos! ¡Habría sido mucho mucho más eficiente! Qué tonta eres, Ranko, debiste de haberlo pensado antes…” pensaría la chica, haciendo un levísimo mohín.
Suspiró.
—Ti-tiene razón, Kazuma-san. Pa… Pacientes, pacientes. Y caminar, sí. —dijo con suavidad mientras asentía y se llevaba el puño al mentón.
Encontrar un claro en el bosque no era tan atípico como encontrar un oasis en un desierto (”¡Hey! ¡Esta vez sí usé bien la palabra!”), pero sí era más fácil ver un oasis a la distancia que un espacio sin muchos árboles en un bosque. La velocidad de Ranko bajaría un momento en lo que decidía hacia dónde ir. Luego aceleraría en cuanto escogiese. Haría esto unas dos o tres veces más, intentando ver entre los árboles algún área donde éstos se hiciesen menos densos, mas no podría distinguirlo bien.
El camino se hacía irregular cuanto más se alejaban de la senda, mas no tuvieron mucho problema en seguir con su excursión. Después de varios minutos de estar tanteando una dirección, verían frente a sí, a varios metros de distancia, un movimiento entre los arbustos. Sería uno repentino, no muy violento, pero lo suficientemente notorio como para que lo captasen los ojos de ambos genin.
Ranko desaceleró. Ya había estado en el bosque con anterioridad, y ya se había topado con ruidos que parecían extraños inicialmente, y solo había que ser precavido ante ellos. El movimiento pasó de un arbusto a otro. Cuanto más se acercasen a él, más escucharían algo reconocible.
Un leve pero agudo gruñido porcino.
—Oh. —soltaría la kunoichi, sin más.
Quien fuese hacia el sur la olería una tercera vez, y tal olor desaparecería. Y no habría rastro visual alguno entre los arbustos o los hongos del suelo. Si seguían avanzando por tierra, en dirección al sur, encontrarían esporádicamente aquellos rastros casi imperceptibles. Sin embargo, el aroma no se hacía, al parecer, ni más fuerte ni más frecuente.
Los árboles crecían a su alrededor, y por momentos los hongos parecían marquesinas de gigantes. Las partículas de taidonka se mezclaban de vez en cuando con otros olores del bosque, como era de esperarse, y a veces costaría percibirlo. Pero, por más que lo sintieran cada tantos minutos, los Inuzuka no podrían distinguir en qué dirección cardinal se encontraría la flor. Es más: cuando percibían el aroma, lo podían sentir en cualquier dirección a su alrededor. Era como si fuese una flor fantasma y hubiese solo una por kilómetro cuadrado. Podía sentir su presencia, pero no la localizaba en el suelo.
Más hacia el norte y un poquito hacia el este, Kazuma confirmaba algo que Ranko temía.
”Dos ninjas no-rastreadores en una misión de rastreo… Creo que fue una mala idea dejar ir a Inuzuka-san. ¡Oh! ¡Debimos haberle dicho al hermano de Inuzuka-san que nos acompañara a nosotros! ¡¡Oooh!! ¡Debimos de habernos separado en equipos de un Inuzuka-san y uno de nosotros dos! ¡Habría sido mucho mucho más eficiente! Qué tonta eres, Ranko, debiste de haberlo pensado antes…” pensaría la chica, haciendo un levísimo mohín.
Suspiró.
—Ti-tiene razón, Kazuma-san. Pa… Pacientes, pacientes. Y caminar, sí. —dijo con suavidad mientras asentía y se llevaba el puño al mentón.
Encontrar un claro en el bosque no era tan atípico como encontrar un oasis en un desierto (”¡Hey! ¡Esta vez sí usé bien la palabra!”), pero sí era más fácil ver un oasis a la distancia que un espacio sin muchos árboles en un bosque. La velocidad de Ranko bajaría un momento en lo que decidía hacia dónde ir. Luego aceleraría en cuanto escogiese. Haría esto unas dos o tres veces más, intentando ver entre los árboles algún área donde éstos se hiciesen menos densos, mas no podría distinguirlo bien.
El camino se hacía irregular cuanto más se alejaban de la senda, mas no tuvieron mucho problema en seguir con su excursión. Después de varios minutos de estar tanteando una dirección, verían frente a sí, a varios metros de distancia, un movimiento entre los arbustos. Sería uno repentino, no muy violento, pero lo suficientemente notorio como para que lo captasen los ojos de ambos genin.
Ranko desaceleró. Ya había estado en el bosque con anterioridad, y ya se había topado con ruidos que parecían extraños inicialmente, y solo había que ser precavido ante ellos. El movimiento pasó de un arbusto a otro. Cuanto más se acercasen a él, más escucharían algo reconocible.
Un leve pero agudo gruñido porcino.
—Oh. —soltaría la kunoichi, sin más.
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