2/02/2019, 21:39
Tres semanas. Tres semanas habían pasado ya, en lo que al Uchiha le parecieron una auténtica tortura. Prefería mil veces entrenar con la constancia, la dedicación y el ritmo de Akame que pasarse el día en la forja. Al menos estaba ganando un poco de tono físico. Trabajar con el hierro era agotador, y uno estaba obligado a coger fuerza y aguante para soportar las enormes cargas de trabajo. Lo peor, sin embargo, era el calor. Las altas temperaturas contrastaban con el frío de Aliento Nevado que asolaban las montañas, y el Uchiha se sorprendió que no hubiese enfermado todavía por ese cambio tan brusco. «No tengo tiempo ni para enfermar», se decía en ocasiones.
Como la cosa continuase así, no le iba a quedar más remedio que abandonar la misión. ¿Cuánto tiempo debía estar, hasta considerar un inminente atentado como una posibilidad lejana? ¿Cuánto tiempo se debía permanecer en el puesto en aquellos casos? El Uchiha no lo sabía, pero tenía claro que toda la vida no se iba a pasar allí.
Uno de esos días, estaba Datsue deleitándose con la comida —o, más bien, con el descanso que traía con ello—, cuando la conversación tomó un cariz más intrigante de lo normal. Hablaban de un tal Shoberu, nuevo proveedor en perjuicio del que venía siendo habitual, cuyos costes y traslados eran menos convenientes.
Justo iban a mencionar a alguien importante cuando…
—¡Madre!
Las miradas se clavaron en él. Y en Urami. ¿De qué coño hablaban? ¿La verdadera heredera de qué? Furune, quien claramente no quería que ni él ni la propia Urami se enterasen, cambió rápidamente de conversación, preguntándole por su entrenamiento.
—Duro y agotador, tal y como se me había prometido. Pero creo que estoy dando los pasos correctos —dijo, mirando de reojo a Nahana por si le metía un palo.
Dudó.
—¿Tanto nos beneficia ese cambio de proveedor? —preguntó, por ver si sonaba la flauta.
Como la cosa continuase así, no le iba a quedar más remedio que abandonar la misión. ¿Cuánto tiempo debía estar, hasta considerar un inminente atentado como una posibilidad lejana? ¿Cuánto tiempo se debía permanecer en el puesto en aquellos casos? El Uchiha no lo sabía, pero tenía claro que toda la vida no se iba a pasar allí.
Uno de esos días, estaba Datsue deleitándose con la comida —o, más bien, con el descanso que traía con ello—, cuando la conversación tomó un cariz más intrigante de lo normal. Hablaban de un tal Shoberu, nuevo proveedor en perjuicio del que venía siendo habitual, cuyos costes y traslados eran menos convenientes.
Justo iban a mencionar a alguien importante cuando…
—¡Madre!
Las miradas se clavaron en él. Y en Urami. ¿De qué coño hablaban? ¿La verdadera heredera de qué? Furune, quien claramente no quería que ni él ni la propia Urami se enterasen, cambió rápidamente de conversación, preguntándole por su entrenamiento.
—Duro y agotador, tal y como se me había prometido. Pero creo que estoy dando los pasos correctos —dijo, mirando de reojo a Nahana por si le metía un palo.
Dudó.
—¿Tanto nos beneficia ese cambio de proveedor? —preguntó, por ver si sonaba la flauta.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado