4/02/2019, 22:27
Los hermanos Inuzuka se apresuraron a subir los árboles, tardando apenas unos momentos en ascender a los tramos más altos de aquellas frondosas plantas. Los sombreros de los hongos titánicos que había en aquella parte del bosque le servían a veces tanto de techos como de plataformas. Conforme subía, las motas de olor de taidonka se hicieron levemente más frecuentes.
Entonces la divisó: a varios metros de distancia, sobre el nacimiento de una gruesa rama, surgiendo de lo que parecía un arbusto de hojas delgadas de color oscuro, se encontraba una flor lila, de tallo largo y pétalos con forma de rombos. Parecía estar en el punto en el que se mostraba más hermosa, abierta y fragante. E incluso así, su olor era bastante sutil, al menos comparado con el de otras flores.
Parecía el tesoro de un templo antiguo, rodeado de un sospechoso silencio cargado de trampas. Y, por si fuera poco, si Etsu se acercaba a la flor, alcanzaría a lo lejos a ver a una especie de guardián: un mono solitario que se asomaba curioso entre las ramas.
Mientras tanto, el genin peliazul y la genin de la larga trenza se detuvieron ante el sonido que salía de los arbustos. Después de estar a la expectativa un momento, vieron cómo un jabalí joven, relativamente pequeño, surgía de entre las plantas.
—Oh, un cerdito. —susurró la chica, intentando no alarmar a la criatura.
El animal olfateó en dirección a los ninjas, luego giró y, sin dejar de olfatear, caminó hacia el oeste. No era raro ver la fauna en uno que otro paseo en el bosque, y tal parecía que aquella ninmu no era la excepción. Daba la impresión de que, al igual que los chicos, el jabalí buscaba algo, y lo más probable es que fuese comida.
—¡Ka… Kazuma-san! —soltó Ranko en voz baja, aunque algo emocionada, y señaló en la dirección a la que iba el jabalí. A lo lejos, entre los troncos de los árboles, se veían arbustos iluminados por el sol en cada vez mayor medida, aunque no se alcanzaba a distinguir si se trataba en verdad de un claro.
Ranko no quiso sugerirlo directamente, pues dudaba si el seguir a un cerdo era algo sensato. Dudaba de si su decisión sería correcta, o si sería risible. A pesar de lo amable que se mostraba Kazuma ante su actuar, seguía sin confiar del todo en lo que ella misma pensaba o decía. Le haría un gesto con la cabeza al chico, y luego se encogería de hombros. Esperaba que él diese su opinión acerca de si deberían tomar aquella decisión o no.
Entonces la divisó: a varios metros de distancia, sobre el nacimiento de una gruesa rama, surgiendo de lo que parecía un arbusto de hojas delgadas de color oscuro, se encontraba una flor lila, de tallo largo y pétalos con forma de rombos. Parecía estar en el punto en el que se mostraba más hermosa, abierta y fragante. E incluso así, su olor era bastante sutil, al menos comparado con el de otras flores.
Parecía el tesoro de un templo antiguo, rodeado de un sospechoso silencio cargado de trampas. Y, por si fuera poco, si Etsu se acercaba a la flor, alcanzaría a lo lejos a ver a una especie de guardián: un mono solitario que se asomaba curioso entre las ramas.
Mientras tanto, el genin peliazul y la genin de la larga trenza se detuvieron ante el sonido que salía de los arbustos. Después de estar a la expectativa un momento, vieron cómo un jabalí joven, relativamente pequeño, surgía de entre las plantas.
—Oh, un cerdito. —susurró la chica, intentando no alarmar a la criatura.
El animal olfateó en dirección a los ninjas, luego giró y, sin dejar de olfatear, caminó hacia el oeste. No era raro ver la fauna en uno que otro paseo en el bosque, y tal parecía que aquella ninmu no era la excepción. Daba la impresión de que, al igual que los chicos, el jabalí buscaba algo, y lo más probable es que fuese comida.
—¡Ka… Kazuma-san! —soltó Ranko en voz baja, aunque algo emocionada, y señaló en la dirección a la que iba el jabalí. A lo lejos, entre los troncos de los árboles, se veían arbustos iluminados por el sol en cada vez mayor medida, aunque no se alcanzaba a distinguir si se trataba en verdad de un claro.
Ranko no quiso sugerirlo directamente, pues dudaba si el seguir a un cerdo era algo sensato. Dudaba de si su decisión sería correcta, o si sería risible. A pesar de lo amable que se mostraba Kazuma ante su actuar, seguía sin confiar del todo en lo que ella misma pensaba o decía. Le haría un gesto con la cabeza al chico, y luego se encogería de hombros. Esperaba que él diese su opinión acerca de si deberían tomar aquella decisión o no.
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