4/02/2019, 23:19
—No, la verdad es que n...
—¡Señores, señoras y señoritas! —exclamó el viejo Shoberu. Era un hombre regordete que aparentaba los sesenta años, la cara redonda y tupida de una barba bien poblada. Vestía de traje y corbata, elegante, y no parecía en lo más mínimo un hombre que hubiera picado una piedra para sacar nada en su vida. Era un empresario, más bien—. disculpen la tardanza. Perdí los tiempos en las tragaperras.
Se pavoneó como una mole hasta el interior del cubículo y se tiró en uno de los asientos cercanos a Kitana. Le guiñó el ojo y después miró a los dos críos con extrañeza.
—No sabía que hacías la de niñera en tu tiempo libre. ¿Este... para qué están ellos aquí?
—Simples observadores. Lady Tākoizu así lo ha querido. ¿Hay algún probema?
—¡No, por favor! ¡para nada! quién soy yo para llevarle la contraria a tu madre. Tú, tú, Shoberu picopala es mi nombre. Es un placer.
—¡Señores, señoras y señoritas! —exclamó el viejo Shoberu. Era un hombre regordete que aparentaba los sesenta años, la cara redonda y tupida de una barba bien poblada. Vestía de traje y corbata, elegante, y no parecía en lo más mínimo un hombre que hubiera picado una piedra para sacar nada en su vida. Era un empresario, más bien—. disculpen la tardanza. Perdí los tiempos en las tragaperras.
Se pavoneó como una mole hasta el interior del cubículo y se tiró en uno de los asientos cercanos a Kitana. Le guiñó el ojo y después miró a los dos críos con extrañeza.
—No sabía que hacías la de niñera en tu tiempo libre. ¿Este... para qué están ellos aquí?
—Simples observadores. Lady Tākoizu así lo ha querido. ¿Hay algún probema?
—¡No, por favor! ¡para nada! quién soy yo para llevarle la contraria a tu madre. Tú, tú, Shoberu picopala es mi nombre. Es un placer.