4/02/2019, 23:23
—Oh, un cerdito. —susurró la chica, intentando no alarmar a la criatura.
—Yo diría que es un jabato —opino en voz baja, notando la gran diferencia entre un cerdo de corral y un jabalí.
—¡Ka… Kazuma-san! —soltó Ranko en voz baja, aunque algo emocionada.
—Estoy quieto —declaro, mostrándose atento a alguna clase de peligro.
El peliblanco observo los movimientos de la criatura, viendo como estaba a la búsqueda de algo indeterminado, alimento quizás. Ranko le hizo una seña, como si aquel porcino fuese un guía enviado por los dioses del bosque. Él no se confiaba, pero aquello tenía sentido: se suponía que los animales conocían los caminos del bosque y que siempre terminaban por detenerse en los claros para descansar.
—Comprendo, si lo seguimos, eventualmente nos llevara a un claro, pero… —dudo un poco, quizás avergonzado por mostrarse receloso de la idea, quizás sintiéndose un tanto campirano—. Debemos tener sumo cuidado, pues El becerro jamás está demasiado lejos de la vaca, ¿Comprendes?
No sabía si Ranko entendería sus palabras, su provinciano refrán, pero no sabía de qué otra forma expresar el peligro que representaba la cría de cualquier animal: un chillido, el simple hecho de asustar a aquel “cerdito” y no pasaría mucho hasta que tuviesen encima a su madre, y puede que incluso a una piara.
—Yo diría que es un jabato —opino en voz baja, notando la gran diferencia entre un cerdo de corral y un jabalí.
—¡Ka… Kazuma-san! —soltó Ranko en voz baja, aunque algo emocionada.
—Estoy quieto —declaro, mostrándose atento a alguna clase de peligro.
El peliblanco observo los movimientos de la criatura, viendo como estaba a la búsqueda de algo indeterminado, alimento quizás. Ranko le hizo una seña, como si aquel porcino fuese un guía enviado por los dioses del bosque. Él no se confiaba, pero aquello tenía sentido: se suponía que los animales conocían los caminos del bosque y que siempre terminaban por detenerse en los claros para descansar.
—Comprendo, si lo seguimos, eventualmente nos llevara a un claro, pero… —dudo un poco, quizás avergonzado por mostrarse receloso de la idea, quizás sintiéndose un tanto campirano—. Debemos tener sumo cuidado, pues El becerro jamás está demasiado lejos de la vaca, ¿Comprendes?
No sabía si Ranko entendería sus palabras, su provinciano refrán, pero no sabía de qué otra forma expresar el peligro que representaba la cría de cualquier animal: un chillido, el simple hecho de asustar a aquel “cerdito” y no pasaría mucho hasta que tuviesen encima a su madre, y puede que incluso a una piara.