7/02/2019, 22:43
”¿Jabato? ¡Oh, debe ser el nombre de las crías! Qué interesante~”
Kazuma expresó su preocupación. Era posible que, en efecto, pudiese llevarlos en la dirección correcta. Claro, bien podría ser que el animal solo estuviese paseando sin rumbo fijo. Pero la alerta del peliblanco se debía a si era un solo animal, pues lo más probable era que estuviese acompañado de otro. Y qué más terrorífico que una madre acudiendo al rescate de su hijo. Ranko asintió, comprendiendo la alegoría bovina.
”Qué gracioso que haya equivalentes para la palabra “niño” para otros seres… ¡Habría que investigar más!” pensó de la nada, sin querer, y se imaginó yendo a la biblioteca de Kusagakure exclusivamente para buscar nombres de crías.
La kunoichi regresó al bosque de su expedición mental relámpago y señaló a los árboles.
—Ta-tal vez podríamos… Podríamos mantener la distancia. Y algo de altura. S-s-si se nos acaban los árboles pues… Vamos por buen camino, creo.
Por primera vez, tal vez porque había un animalito del bosque entre todo ello, Ranko tomó la iniciativa y dio un salto hacia el árbol más cercano. A pesar de ello, esperaría a Kazuma antes de seguir. Era un pequeño paso, supuso. Seguiría al jabato con la mirada, sin perderlo, esperando el momento en que ambos pudiesen seguirle el andar.
Etsu no alcanzaba a confiar en la situación en la que se encontró la taidonka. El mono seguía los movimientos tanto del humano como del canino con suma curiosidad. Cuando Akane tomó la forma de su hermano tal como lo había hecho con Kumoko, el primate soltó un chillido, asustado, y fue a esconderse entre las ramas. El ninken se acercaría cauteloso a la planta, aunque nada le impediría hacerse de ella, si así lo deseaba.
En cuanto la tomaran y guardaran, si miraban a su alrededor, se darían cuenta de algo. Había plantas similares, con estrechas y oscuras hojas, en muchos de los árboles a la redonda. Sin embargo, no podría ver flor alguna. Cada arbusto epífito tenía un tallo, aunque algunos parecían haber recibido mordiscos, otros con un botón demasiado joven como para ser de utilidad para la herbolaria.
De repente, la carita del mono se asomó de nuevo entre las hojas. Parecía que el jutsu de transformación le había espantado, mas no quitado toda la curiosidad. A lo lejos, Etsu pudo escuchar sonidos similares al que el animal había soltado, tan leves como el olor a taidonka en el aire.
Kazuma expresó su preocupación. Era posible que, en efecto, pudiese llevarlos en la dirección correcta. Claro, bien podría ser que el animal solo estuviese paseando sin rumbo fijo. Pero la alerta del peliblanco se debía a si era un solo animal, pues lo más probable era que estuviese acompañado de otro. Y qué más terrorífico que una madre acudiendo al rescate de su hijo. Ranko asintió, comprendiendo la alegoría bovina.
”Qué gracioso que haya equivalentes para la palabra “niño” para otros seres… ¡Habría que investigar más!” pensó de la nada, sin querer, y se imaginó yendo a la biblioteca de Kusagakure exclusivamente para buscar nombres de crías.
La kunoichi regresó al bosque de su expedición mental relámpago y señaló a los árboles.
—Ta-tal vez podríamos… Podríamos mantener la distancia. Y algo de altura. S-s-si se nos acaban los árboles pues… Vamos por buen camino, creo.
Por primera vez, tal vez porque había un animalito del bosque entre todo ello, Ranko tomó la iniciativa y dio un salto hacia el árbol más cercano. A pesar de ello, esperaría a Kazuma antes de seguir. Era un pequeño paso, supuso. Seguiría al jabato con la mirada, sin perderlo, esperando el momento en que ambos pudiesen seguirle el andar.
Etsu no alcanzaba a confiar en la situación en la que se encontró la taidonka. El mono seguía los movimientos tanto del humano como del canino con suma curiosidad. Cuando Akane tomó la forma de su hermano tal como lo había hecho con Kumoko, el primate soltó un chillido, asustado, y fue a esconderse entre las ramas. El ninken se acercaría cauteloso a la planta, aunque nada le impediría hacerse de ella, si así lo deseaba.
En cuanto la tomaran y guardaran, si miraban a su alrededor, se darían cuenta de algo. Había plantas similares, con estrechas y oscuras hojas, en muchos de los árboles a la redonda. Sin embargo, no podría ver flor alguna. Cada arbusto epífito tenía un tallo, aunque algunos parecían haber recibido mordiscos, otros con un botón demasiado joven como para ser de utilidad para la herbolaria.
De repente, la carita del mono se asomó de nuevo entre las hojas. Parecía que el jutsu de transformación le había espantado, mas no quitado toda la curiosidad. A lo lejos, Etsu pudo escuchar sonidos similares al que el animal había soltado, tan leves como el olor a taidonka en el aire.
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