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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Urami, quien parecía una tortuga dada de vuelta, fue liberada por Datsue. Se puso de pie, entre lágrimas y no pudo evitar quedar perpleja ante el cadáver del viejo Furune. Lo consideraba como el padre que nunca tuvo presente. Ya que el suyo pues se había ido a por tabaco hacía muchos años. Y es que hablando de eso... ¿quién era el padre de esas dos tías? ¿Se lo habría preguntado Datsue antes? ¿de si ese hombre era, quizás, una pieza fundamental en los tantos agujeros de esta historia?

Ya lo averiguaremos. Muy pronto.

Datsue y sus clones no tuvieron problemas en deshacerse de los civiles armados y de sellar a Shoberu. Urami tardó en recuperar la compostura pero finalmente atendió al llamado del ninja —aún no lo entendía de todo—. y salió, tal cuál lo pidió, cagando leches de ahí.

La alarma: seguía sonando. Los guardias, en camino, probablemente; desde la ciudad.

. . .

El bunshin avanzó cauteloso por encima de los galpones, hasta que ya no hubo más. Tuvo que bajar del último y se encontró con un largo mural que dividía aquella zona con el distrito de comercio. Tuvo que echar el ojo metódicamente a lo largo de la vereda para poder escabullirse sin ser visto por los guardias que, desde aquella posición, se antojaban al menos una veintena de ellos, todos con armadura y vistiendo el estandarte de la familia Kurawa. Todos se dirigían hacia los galpones.

Para su sorpresa, los linderos del hotel parecían desolados. No tuvo problema en llegar hasta la habitación, aunque se había olvidado de pedir la llave que le había dejado Kitana a el Datsue original.
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Mensajes en este tema
RE: (B) La penumbra de Lady Tākoizu - por Umikiba Kaido - 9/02/2019, 22:17


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