9/02/2019, 23:04
Datsue el bunshin tocó, y tocó, y tocó. Nadie respondía. Pero antes de que pudiera tomar las escaleras, escuchó el clic de la cerradura abriéndose.
Al otro extremo de la puerta, estaba Kitana, con rostro somnoliento estrujándose los ojos.
—¿Gūzen? ¿qué mierda pasa, chaval? —estaba claro que no recordaba cómo había llegado ahí, pero sí que iba a recordar como ese jodido crío le obligó a abandonar los brazos de morfeo para abrir la puta puerta.
Datsue el intrépido corría, y corría, y corría. Urami trataba de seguirle el paso pero hubo un momento en el que sintió la imperiosa necesidad —patrocinada por sus pulmones de civil—. de detenerse, y coger un par de bocanadas de aire, como lo hace un pez que está fuera de su estanque.
También era bastante difícil, incluso para un shinobi, moverse por los páramos de noche. Todo estaba estúpidamente oscuro. Y los caminos hasta la Montaña que llevaba al Templo estaba lejos, y repleta de baches peligrosos.
Soroku, en donde fuera que estuviera, escuchó. Tardaría un poco en encontrar un lugar seguro para escuchar, que no hablar, ya que no era capaz de encender él su sello.
Urami, mientras tanto, se sobaba la cara y trataba de comprender todo lo sucedido. Quería echar a llorar pero le era físicamente imposible, por la impresión misma que se había llevado con Furune y, por qué no, con gu...
—Q... quién diablos eres? los ... los mataste, a todos. Tú sólo... a Furune... —las palabras le bamboleaban de la boca—. ¡no lo sé, iba camino al hotel y me interceptaron! ¡no supe que era ese tal Shoberu hasta que me quitaron las vendas en ese galpón!
»Y Kaikei.. Kaikei es... un Kurawa. El tío.
Al otro extremo de la puerta, estaba Kitana, con rostro somnoliento estrujándose los ojos.
—¿Gūzen? ¿qué mierda pasa, chaval? —estaba claro que no recordaba cómo había llegado ahí, pero sí que iba a recordar como ese jodido crío le obligó a abandonar los brazos de morfeo para abrir la puta puerta.
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Datsue el intrépido corría, y corría, y corría. Urami trataba de seguirle el paso pero hubo un momento en el que sintió la imperiosa necesidad —patrocinada por sus pulmones de civil—. de detenerse, y coger un par de bocanadas de aire, como lo hace un pez que está fuera de su estanque.
También era bastante difícil, incluso para un shinobi, moverse por los páramos de noche. Todo estaba estúpidamente oscuro. Y los caminos hasta la Montaña que llevaba al Templo estaba lejos, y repleta de baches peligrosos.
Soroku, en donde fuera que estuviera, escuchó. Tardaría un poco en encontrar un lugar seguro para escuchar, que no hablar, ya que no era capaz de encender él su sello.
Urami, mientras tanto, se sobaba la cara y trataba de comprender todo lo sucedido. Quería echar a llorar pero le era físicamente imposible, por la impresión misma que se había llevado con Furune y, por qué no, con gu...
—Q... quién diablos eres? los ... los mataste, a todos. Tú sólo... a Furune... —las palabras le bamboleaban de la boca—. ¡no lo sé, iba camino al hotel y me interceptaron! ¡no supe que era ese tal Shoberu hasta que me quitaron las vendas en ese galpón!
»Y Kaikei.. Kaikei es... un Kurawa. El tío.