10/02/2019, 20:15
Para Kitana fue una experiencia surreal. No es que no conociese las capacidades de los ninja y de las distintas aplicaciones de lo que ellos llamaban ninjutsu, pero que se lo pudieran aplicar a ella debía ser arte de otro nivel. Movió la cabeza —que por tanto se veía el hocico—. y trató de encontrarse las cuatro patas.
Ahí estaban, así que decidió caminar.
Los dos chuchos abandonaron el ducto cloacal y continuaron a paso de perro callejero a través de la calle. Uno de los guardias escuchó los chapoteos de las patas que emitían al pisar la tierra pero tan sólo les vio seguir su rumbo. Era normal ver animales huérfanos en la ciudad. Torció la cabeza y continuó vigilando en busca de personas.
Así pues, ambos pudieron rodear el galpón de en frente y llegar hasta la parte trasera. Desde ahí, se podía ver a la distancia las colinas que habían hablado antes.
Para ese momento, Urami y Datsue el intrépido ya se encontraban alejándose de Notsuba en camino a la primera cuesta.
Desde arriba se podía observar una serie de riscos y peldaños apenas alumbrados por la luz de la luna, con terreno poco uniforme y desvaríos de piedra y roca que se antojaban, tal cuál los definió Urami, peligrosos. Un resbalón y adiós vida. No obstante, la vista a Datsue le llegaba al menos hasta otras tres pequeñas montañas con al menos cincuenta metros entre cada cúspide y que sus caminos estaban unidos con un puente colgante que se erguía sobre el negruzco vacío que les acariciaba desde abajo.
Ahí estaban, así que decidió caminar.
Los dos chuchos abandonaron el ducto cloacal y continuaron a paso de perro callejero a través de la calle. Uno de los guardias escuchó los chapoteos de las patas que emitían al pisar la tierra pero tan sólo les vio seguir su rumbo. Era normal ver animales huérfanos en la ciudad. Torció la cabeza y continuó vigilando en busca de personas.
Así pues, ambos pudieron rodear el galpón de en frente y llegar hasta la parte trasera. Desde ahí, se podía ver a la distancia las colinas que habían hablado antes.
Para ese momento, Urami y Datsue el intrépido ya se encontraban alejándose de Notsuba en camino a la primera cuesta.
Desde arriba se podía observar una serie de riscos y peldaños apenas alumbrados por la luz de la luna, con terreno poco uniforme y desvaríos de piedra y roca que se antojaban, tal cuál los definió Urami, peligrosos. Un resbalón y adiós vida. No obstante, la vista a Datsue le llegaba al menos hasta otras tres pequeñas montañas con al menos cincuenta metros entre cada cúspide y que sus caminos estaban unidos con un puente colgante que se erguía sobre el negruzco vacío que les acariciaba desde abajo.