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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Para Kitana fue una experiencia surreal. No es que no conociese las capacidades de los ninja y de las distintas aplicaciones de lo que ellos llamaban ninjutsu, pero que se lo pudieran aplicar a ella debía ser arte de otro nivel. Movió la cabeza —que por tanto se veía el hocico—. y trató de encontrarse las cuatro patas.

Ahí estaban, así que decidió caminar.

Los dos chuchos abandonaron el ducto cloacal y continuaron a paso de perro callejero a través de la calle. Uno de los guardias escuchó los chapoteos de las patas que emitían al pisar la tierra pero tan sólo les vio seguir su rumbo. Era normal ver animales huérfanos en la ciudad. Torció la cabeza y continuó vigilando en busca de personas.

Así pues, ambos pudieron rodear el galpón de en frente y llegar hasta la parte trasera. Desde ahí, se podía ver a la distancia las colinas que habían hablado antes.

Para ese momento, Urami y Datsue el intrépido ya se encontraban alejándose de Notsuba en camino a la primera cuesta.

Desde arriba se podía observar una serie de riscos y peldaños apenas alumbrados por la luz de la luna, con terreno poco uniforme y desvaríos de piedra y roca que se antojaban, tal cuál los definió Urami, peligrosos. Un resbalón y adiós vida. No obstante, la vista a Datsue le llegaba al menos hasta otras tres pequeñas montañas con al menos cincuenta metros entre cada cúspide y que sus caminos estaban unidos con un puente colgante que se erguía sobre el negruzco vacío que les acariciaba desde abajo.
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RE: (B) La penumbra de Lady Tākoizu - por Umikiba Kaido - 10/02/2019, 20:15


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