11/02/2019, 02:06
¿Cómo no se dio cuenta? ¡ella! que era tan atenta, tan buena leyendo a la gente. Pero no, con él no. Se la había creído completa, de que se trataba de un mugroso muchacho rescatado por Soroku. Ah, y el bueno de Soroku... siempre ocupándose de su familia cuando nadie se lo había pedido.
Le tenía en gran estima, y ni siquiera sabía que estaban emparentados.
Ambos continuaron el rumbo por los otros dos puentes. Si tenían la suficiente cautela y no apuraban el paso más de lo debido no tendrían problema alguno en dar con la última cuesta de otra colina. Quizás no se dio cuenta, pero ya había pasado más de una jodida hora y, en efecto, el ataque ya había sido consumado.
Urami se llevó las manos a la boca, ahogando sus lamentos. El Templo del Hierro estaba tomado en su totalidad.
—Mira, la forja.
La gran forja del Toro les quedaba abajo de ellos, tras una caída empinada de al menos veinte metros. Claro que había una escalera caracol que daba hasta ella y que podrían tomar si no estuviera custodiada por cuatro tipos con sendas cimatarras en las manos.
También pudieron ver al Templo en todo su esplendor desde ahí arriba. A los distintos puntos de interés y a la cantidad de canujos que lo custodiaba desde todos los flancos. Había matones en la Estatua de Lord Yunkai, en la plaza, en los distintos accesos al comedor, cocina y habitaciones. Y claro, la entrada que daba acceso al ala donde vivía Nahana también tenía su guarura personal.
Kitana y el otro clon, mientras tanto, continuaban su rumbo. Llegarían en media hora, tal vez.
Le tenía en gran estima, y ni siquiera sabía que estaban emparentados.
Ambos continuaron el rumbo por los otros dos puentes. Si tenían la suficiente cautela y no apuraban el paso más de lo debido no tendrían problema alguno en dar con la última cuesta de otra colina. Quizás no se dio cuenta, pero ya había pasado más de una jodida hora y, en efecto, el ataque ya había sido consumado.
Urami se llevó las manos a la boca, ahogando sus lamentos. El Templo del Hierro estaba tomado en su totalidad.
—Mira, la forja.
La gran forja del Toro les quedaba abajo de ellos, tras una caída empinada de al menos veinte metros. Claro que había una escalera caracol que daba hasta ella y que podrían tomar si no estuviera custodiada por cuatro tipos con sendas cimatarras en las manos.
También pudieron ver al Templo en todo su esplendor desde ahí arriba. A los distintos puntos de interés y a la cantidad de canujos que lo custodiaba desde todos los flancos. Había matones en la Estatua de Lord Yunkai, en la plaza, en los distintos accesos al comedor, cocina y habitaciones. Y claro, la entrada que daba acceso al ala donde vivía Nahana también tenía su guarura personal.
Kitana y el otro clon, mientras tanto, continuaban su rumbo. Llegarían en media hora, tal vez.