12/02/2019, 02:34
Ambos se fundieron en un sentido abrazo. ¿Cuánto hacía, que Datsue no recibía uno? Demasiado. Tanto que ni lo recordaba. Le hizo sentirse bien. Lo saboreó. Quizá era el último que recibía, antes de que Izanami le acogiese en sus fríos brazos.
Mantuvo la mirada en la espalda de ella mientras se alejaba, hasta que su silueta y la oscuridad se hicieron una. Inspiró aire. Echó un largo suspiro.
—Venga, va. Va —se dijo, flexionando y extendiendo las rodillas de manera corta pero rápida, cual boxeador en un cuadrilátero—. Tú puedes. Tú puedes. —Y sin embargo, no se movía. Sentía como una cuerda atada a su pecho y tirando de él hacia atrás. ¿Quién tiraba? Su instinto de supervivencia—. Vamos, vamos. Sí, sí… —Cuatro matones en la entrada. Otros tantos repartidos por todo el templo. Shoberu le había dicho que eran al menos veinte—. No, no…
Negó con la cabeza. Su corazón martilleándole el pecho.
—Oh, mierda. Oh, mierda. —No tenía vergüenza en admitirlo: estaba acojonado—. Qué no se diga, coño. Tú eres el intrépido. El Matakages. Te lanzaron una bijuudama a la cara y sigues vivo para contarlo. —Sí, ¡sí! Pero, ¿acaso su apodo no era en modo irónico? Y en casi todas sus grandes hazañas, Akame había estado a su lado, tan protagonista o más que él. ¿Y si solo no daba el nivel? ¿Y si…?
¡Plaf! Datsue se acababa de abofetear a sí mismo.
—Eres un Hermano del Desierto. Eres un Uchiha —el Sharingan relució en su mirada con orgullo—. Baja ahí y a tomar por culo.
«Por culo te van a dar a ti», contraatacó por última vez su parte pesimista, antes de que la ahogase con el fuego del orgullo y el amor por su legado. Un fuego débil, aquel. Por grande y poderosa que pareciese su llama, era de mecha muy corta.
Lo mejor sería evitar las escaleras a la forja. Rodearla, llegando hasta una pared lateral del templo, haciendo uso de su chakra para pegarse a las paredes y a las rocas. La oscuridad era su aliada. El Sharingan, el que iluminaba con puntitos de chakra a cada enemigo. Cuatro juntos eran demasiados.
Pero si encontraba suelto a un grupito menor por el camino…
Mantuvo la mirada en la espalda de ella mientras se alejaba, hasta que su silueta y la oscuridad se hicieron una. Inspiró aire. Echó un largo suspiro.
—Venga, va. Va —se dijo, flexionando y extendiendo las rodillas de manera corta pero rápida, cual boxeador en un cuadrilátero—. Tú puedes. Tú puedes. —Y sin embargo, no se movía. Sentía como una cuerda atada a su pecho y tirando de él hacia atrás. ¿Quién tiraba? Su instinto de supervivencia—. Vamos, vamos. Sí, sí… —Cuatro matones en la entrada. Otros tantos repartidos por todo el templo. Shoberu le había dicho que eran al menos veinte—. No, no…
Negó con la cabeza. Su corazón martilleándole el pecho.
—Oh, mierda. Oh, mierda. —No tenía vergüenza en admitirlo: estaba acojonado—. Qué no se diga, coño. Tú eres el intrépido. El Matakages. Te lanzaron una bijuudama a la cara y sigues vivo para contarlo. —Sí, ¡sí! Pero, ¿acaso su apodo no era en modo irónico? Y en casi todas sus grandes hazañas, Akame había estado a su lado, tan protagonista o más que él. ¿Y si solo no daba el nivel? ¿Y si…?
¡Plaf! Datsue se acababa de abofetear a sí mismo.
—Eres un Hermano del Desierto. Eres un Uchiha —el Sharingan relució en su mirada con orgullo—. Baja ahí y a tomar por culo.
«Por culo te van a dar a ti», contraatacó por última vez su parte pesimista, antes de que la ahogase con el fuego del orgullo y el amor por su legado. Un fuego débil, aquel. Por grande y poderosa que pareciese su llama, era de mecha muy corta.
Lo mejor sería evitar las escaleras a la forja. Rodearla, llegando hasta una pared lateral del templo, haciendo uso de su chakra para pegarse a las paredes y a las rocas. La oscuridad era su aliada. El Sharingan, el que iluminaba con puntitos de chakra a cada enemigo. Cuatro juntos eran demasiados.
Pero si encontraba suelto a un grupito menor por el camino…
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado