12/02/2019, 15:43
Kazuma no tuvo problema en seguir la idea de Ranko, y no tardó en lanzarse a la persecución arbórea. La chica asintió y comenzó a saltar de rama en rama, dejando varios metros entre ella y la cría de jabalí, con el peliblanco detrás.
El jabato no seguía una línea recta, pero su ruta era consistente, hacia el oeste. Si bien a veces se perdía entre los arbustos, el movimiento de éstos lo delataba. Después de varios minutos de escuchar los gruñidos del animal y el crujido de las ramas bajo los pies de los genin, llegaron al ansiado lugar: era un espacio abierto de unos quince o veinte metros de diámetro, de contorno irregular. No había árboles altos en él, solo uno que otro retoño, y algunas piedras enormes con musgo en su base. Lo que sí había era flores y hierbas de distintos tamaños y formas, aunque, sin el conocimiento necesario, podría pasarse por alto si eran más que maleza.
El pequeño mamífero siguió su olfato hasta el otro lado del claro, hacia un arbusto marrón entre el verde. Al llegar allí, y después de olisquear un poco más, comenzó a comer lentamente aquella planta de hojas amarillentas y cafés. Varios insectos bailaban alrededor de las flores tubulares que surgían de entre las hojas, aunque, si se fijaban, había muchos bichos volando por allí. Había una mezcla extraña de olores en aquel lugar, como si todas las flores y plantas vertieran sus aromas de manera caótica, aunque éstos no fuesen realmente fuertes.
—¡C-creo que ésa es una! —Ranko se emocionó un poco, aunque evitó alzar mucho la voz. Revisó las notas de Kazuma —. Baiko, traer solo las hojas más amarillas, tantas como se pueda. No es la que estábamos buscando, ¡pero es una menos!
La chica no pensó en revisar el resto del claro, pues el jabato y la baiko le robaron la atención. Bajó del árbol y se llevó una mano al mentón.
—¿C-cree Kazuma-san que cochinito-san se asuste si nos acercamos? ¿Y si se come toda la planta?
El arbusto de baiko era abundante, y sus hojas amarillas se veían a montones, aunque estaban rodeadas de otras un poco más oscuras y algunas más de un café intenso. La kunoichi realmente dudaba de cómo debían proceder, por lo que esperó a alguna sugerencia de Kazuma. Parecía que el peliblanco tenía mejores ideas, en general, que la chica.
Los Inuzuka habían tomado una posición defensiva, atentos al mono, pues sospechaban que había estado comiendo todas las taidonka del área. Se dispusieron a buscar más de la planta en otras direcciones. Pasando unos minutos de retomar la búsqueda, habrían dos cosas que se harían constantes: el levísimo aroma de la flor y el lejano chillido del primate. En cuanto se detuvieran y miraran alrededor, verían a su curioso amigo (o enemigo) peludo a la distancia, manteniendo siempre un espacio seguro de unos diez metros entre él y los ninja.
El olor de la flor se intensificaría suavemente, como antes, en dirección al sur, y si iban en dicha dirección tardarían unos minutos más en percibir un rastro continuo: estaban cerca. Los aromas y ruidos a nivel del suelo parecían apagados gracias al enfoque de los hermanos en la búsqueda de la taidonka.
Por un momento, el mono pareció acercárseles más, como si les perdiese más y más miedo. No tardaron mucho en ver, algunos metros más arriba, creciendo de entre un agujero en un árbol, un segundo arbusto de hojas oscuras y estrechas con aquella flor lila. No parecía estar tan abierta como la anterior, pero era ideal para la misión. Esta vez ya no la acompañaba el silencio, sino la voz del primate que seguía a los hermanos. Y, una vez más, no parecía haber obstáculo alguno para acercarse a la planta.
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