15/02/2019, 23:03
El cadáver cayó por su propio peso hasta los confines del abismo que de seguro se encontraba ahí abajo, en lo más profundo del peldaño. A su vez, logró subirse hasta los muros pero en algún momento del ascenso sintió como el cuerpo le empezaba a mostrar signos de debilidad.
Porque el gasto continuo de chakra venía siendo importante. Tan sólo levemente mermado por aquella píldora cuyo efecto ya se había acabado, y que nada más sirvió para tapar un agujero de derroche importante.
Una pierna pareció resbalar de su agarre. Aunque ésta no cedió.
Datsue logró tras mucho esfuerzo alcanzar los tejados de la primera torre, donde se encontraba presumiblemente la cocina y otros espacios comunes. Él sabía que entre esa torre y la de las habitaciones había una de especie de puente a techo interno que conectaba ambas alas. Pronto se dio cuenta de que estaba encima de él.
Desde ahí pudo contemplar dos cosas: una, que el acceso inferior de la torre —es decir, la entrada a las escaleras que daban ascenso hasta los dos pasillos contiguos de las habitaciones—. estaba protegido por un hombre. Pero las voces que emergían desde la ventana que tenía a unos cuantos metros, a su misma altura, le decía que una intromisión tan abrupta ahí adentro iba a ser imposible.
También hubo algo que le hizo dudar, y es que... escuchó un par de golpes. Unos gritos ahogados. Como si la boca de esa persona estuviese cubierta. Murmureos apagados de dolor.
Si quería echar un vistazo, sin embargo, debía arriesgarse a volver a inundar sus pies de chakra y escalar la cara abierta de la torre y tratar, quizás, de asomarse por la ventana. O buscar otra ruta de acceso.
Porque el gasto continuo de chakra venía siendo importante. Tan sólo levemente mermado por aquella píldora cuyo efecto ya se había acabado, y que nada más sirvió para tapar un agujero de derroche importante.
Una pierna pareció resbalar de su agarre. Aunque ésta no cedió.
Datsue logró tras mucho esfuerzo alcanzar los tejados de la primera torre, donde se encontraba presumiblemente la cocina y otros espacios comunes. Él sabía que entre esa torre y la de las habitaciones había una de especie de puente a techo interno que conectaba ambas alas. Pronto se dio cuenta de que estaba encima de él.
Desde ahí pudo contemplar dos cosas: una, que el acceso inferior de la torre —es decir, la entrada a las escaleras que daban ascenso hasta los dos pasillos contiguos de las habitaciones—. estaba protegido por un hombre. Pero las voces que emergían desde la ventana que tenía a unos cuantos metros, a su misma altura, le decía que una intromisión tan abrupta ahí adentro iba a ser imposible.
También hubo algo que le hizo dudar, y es que... escuchó un par de golpes. Unos gritos ahogados. Como si la boca de esa persona estuviese cubierta. Murmureos apagados de dolor.
Si quería echar un vistazo, sin embargo, debía arriesgarse a volver a inundar sus pies de chakra y escalar la cara abierta de la torre y tratar, quizás, de asomarse por la ventana. O buscar otra ruta de acceso.