18/02/2019, 22:28
¿Cómo? ¿Qué Eri se había enfrentado a él? ¡Eso no se lo había contado! Claro que Eri había progresado a pasos agigantados. En los últimos tiempos no se habían visto mucho. Habían tenido sus tiranteces, la mayoría provocadas, directa o indirectamente, por los amejines. Un día, se enteraba que Eri estaba criticando a su Hermano por su actuación en el Chunin. Al otro, que si no paraba de defender a los amejines. Y, con cada cosa, la tensión había ido en aumento. Nunca llegaron a tener una fuerte discusión —como sí lo habían tenido ella y Nabi—, pero, simplemente, se fueron distanciando.
Hasta que retomaron contacto recientemente, claro, cuando el Uchiha fue buen testigo de los enormes avances de su compañera. Todavía soñaba con la técnica eléctrica que la había rodeado en su combate. Eso, sumado a que ahora entrenaba y hasta luchaba de igual a igual contra Hanabi, era peligroso.
Peligroso para su reputación. ¿Y si la gente se empezaba a dar cuenta que el ninja verdaderamente fuerte en aquella Villa era Eri? Datsue era un charlatán, un vago, un egoísta, un avaro y un chico conflictivo. Todo el mundo lo sabía. Pero ahora, gracias a cierta corriente generada en parte por Hanabi, también le tomaban como uno de sus ninjas más fuertes. Esa era la única buena reputación que tenía.
¿Tan rápido iba a perderla?
—Está bien, Hanabi-sama. Sí… Por supuesto que tendremos ese combate. Faltaría más. —«¡Y si hay que sacarse una bijuudama sellada para mantener el tipo, pues se saca y punto! ¡Cojones!», se espoleó, en un breve momento de orgullo.
En condiciones normales, Datsue no dejaría de pensar en ese prometido enfrentamiento. En los más y mejores entrenamientos que debía realizar a partir de ahora. En los nuevos y poderosos jutsus que debía aprender. A Nabi le había pedido que le enseñase sobre el Doton, ¿por qué no a Eri sobre el Raiton? Cada técnica que descubría de dicho elemento le enamoraba más y más. ¿Por qué no tratar de dominarlo? ¿Demasiado intrépido? Bueno, por algo le llamaban como le llamaban. ¡Hasta estaría pensando en preguntarle a Eri sobre las habilidades de Hanabi! Cualquier cosa para obtener una mínima ventaja antes de empezar el combate.
Pero aquellas, desde luego, no eran condiciones normales. Cuanto más caminaban por la Villa, más le costaba controlarse.
—¿Falta mucho? —preguntó a Hanabi. No menos de diez veces—. ¿Y ahora? —volvía en seguida. No menos de otras quince.
Se mordía las uñas. Se retocaba el pelo. Inspiraba profundamente y dejaba escapar el aire con lentitud, en un vano intento por calmarse. Pensaba en qué decir cuando la viese. La primera impresión era tan importante… ¿Cuáles debían ser las primeras palabras que Aiko recordase escucharle? Debían estar a la altura, debían ser dignas de ser recordadas para la posteridad. Algo que la hiciese sonreír. Algo que la hiciese pensar: ¡qué majo es este chico! Pero, al mismo tiempo: ¡qué intrépido y qué guapo!
Se le ocurrían varios comienzos lo suficientemente potentes para pasar el listón. La cuestión era elegir cuál. En esas estaba, cuando al fin llegaron a la casa. Cada segundo que Hanabi le hizo aguardar fue una tortura eterna. Su corazón le amenazó con salírsele del pecho. Sus piernas le temblaban. Creía que iba a desfallecer. Y cuando al fin la vio…
Oh, cuando la vio. Fue como un sueño haciéndose realidad. Después de tanta lucha, después de tanto sufrimiento, ahí estaba ella, más radiante que nunca. Una flor silvestre a la que habían vestido como a una rosa. No, aquel vestido blanco no le pegaba nada. Ella era más salvaje, más gótica. Y aquel pelo largo a buen seguro pronto sería cortado, por considerarlo incómodo. Pero nadie en Oonindo podía decir que no le quedase bien.
Joder, es que fue verle, y Datsue sentir que se enamoraba de nuevo.
Sobra decir que se le olvidó todo lo que tenía preparado. Datsue rio, a carcajada limpia, felicidad pura desbordándole por cada poro de la piel. En un momento dado, se dio cuenta de que le caían lágrimas a borbotones. Lloraba y reía al mismo tiempo. Y la abrazaba. Y le decía cuánto la había echado de menos. Cuánto la había extrañado. Cuánto la quería.
Todo lo que quiso decirle en su momento y no pudo.
Aiko no sabía ni dónde meterse. Le habían dicho que tenía algo con aquel chico, claro. Pero es que ella ni se acordaba de eso. Es que ella ni le conocía, realmente. Cómo… ¿Cómo se hacía, en aquellos casos? ¿Qué se solía hacer? ¿Se intentaba volver a lo que era antes? ¿O se iba más despacio, y simplemente se reconocían, y a ver qué surgía de ahí? ¿Y si ahora no le gustaba? Estaba hecha un lío.
Había tantas expectativas, y tan distintas en cada uno, que aquello podía salir muy mal. Eso sí, Datsue sabía que se habían gustado en dos ocasiones —oh, porque no, aquella no era la primera vez que Aiko perdía la memoria una vez conoció al Intrépido—, y, por tanto, la lógica y la fe le aseguraban que podía ocurrir una tercera. La ciencia hasta le decía que era probable; los Dioses que estaban predestinados a ello, unidos por el hilo rojo del destino.
¿Qué podía salir mal, cuando tanto la ciencia como la fe llegaban a la misma conclusión?
Sin embargo, todavía era algo pronto para descubrir el resultado de tan soñado reencuentro. Solo había una cosa segura: Datsue dejaría grabado los detalles más importantes en ese diario que había empezado a escribir tras la muerte de su Hermano.
Hasta que retomaron contacto recientemente, claro, cuando el Uchiha fue buen testigo de los enormes avances de su compañera. Todavía soñaba con la técnica eléctrica que la había rodeado en su combate. Eso, sumado a que ahora entrenaba y hasta luchaba de igual a igual contra Hanabi, era peligroso.
Peligroso para su reputación. ¿Y si la gente se empezaba a dar cuenta que el ninja verdaderamente fuerte en aquella Villa era Eri? Datsue era un charlatán, un vago, un egoísta, un avaro y un chico conflictivo. Todo el mundo lo sabía. Pero ahora, gracias a cierta corriente generada en parte por Hanabi, también le tomaban como uno de sus ninjas más fuertes. Esa era la única buena reputación que tenía.
¿Tan rápido iba a perderla?
—Está bien, Hanabi-sama. Sí… Por supuesto que tendremos ese combate. Faltaría más. —«¡Y si hay que sacarse una bijuudama sellada para mantener el tipo, pues se saca y punto! ¡Cojones!», se espoleó, en un breve momento de orgullo.
En condiciones normales, Datsue no dejaría de pensar en ese prometido enfrentamiento. En los más y mejores entrenamientos que debía realizar a partir de ahora. En los nuevos y poderosos jutsus que debía aprender. A Nabi le había pedido que le enseñase sobre el Doton, ¿por qué no a Eri sobre el Raiton? Cada técnica que descubría de dicho elemento le enamoraba más y más. ¿Por qué no tratar de dominarlo? ¿Demasiado intrépido? Bueno, por algo le llamaban como le llamaban. ¡Hasta estaría pensando en preguntarle a Eri sobre las habilidades de Hanabi! Cualquier cosa para obtener una mínima ventaja antes de empezar el combate.
Pero aquellas, desde luego, no eran condiciones normales. Cuanto más caminaban por la Villa, más le costaba controlarse.
—¿Falta mucho? —preguntó a Hanabi. No menos de diez veces—. ¿Y ahora? —volvía en seguida. No menos de otras quince.
Se mordía las uñas. Se retocaba el pelo. Inspiraba profundamente y dejaba escapar el aire con lentitud, en un vano intento por calmarse. Pensaba en qué decir cuando la viese. La primera impresión era tan importante… ¿Cuáles debían ser las primeras palabras que Aiko recordase escucharle? Debían estar a la altura, debían ser dignas de ser recordadas para la posteridad. Algo que la hiciese sonreír. Algo que la hiciese pensar: ¡qué majo es este chico! Pero, al mismo tiempo: ¡qué intrépido y qué guapo!
Se le ocurrían varios comienzos lo suficientemente potentes para pasar el listón. La cuestión era elegir cuál. En esas estaba, cuando al fin llegaron a la casa. Cada segundo que Hanabi le hizo aguardar fue una tortura eterna. Su corazón le amenazó con salírsele del pecho. Sus piernas le temblaban. Creía que iba a desfallecer. Y cuando al fin la vio…
Oh, cuando la vio. Fue como un sueño haciéndose realidad. Después de tanta lucha, después de tanto sufrimiento, ahí estaba ella, más radiante que nunca. Una flor silvestre a la que habían vestido como a una rosa. No, aquel vestido blanco no le pegaba nada. Ella era más salvaje, más gótica. Y aquel pelo largo a buen seguro pronto sería cortado, por considerarlo incómodo. Pero nadie en Oonindo podía decir que no le quedase bien.
Joder, es que fue verle, y Datsue sentir que se enamoraba de nuevo.
Sobra decir que se le olvidó todo lo que tenía preparado. Datsue rio, a carcajada limpia, felicidad pura desbordándole por cada poro de la piel. En un momento dado, se dio cuenta de que le caían lágrimas a borbotones. Lloraba y reía al mismo tiempo. Y la abrazaba. Y le decía cuánto la había echado de menos. Cuánto la había extrañado. Cuánto la quería.
Todo lo que quiso decirle en su momento y no pudo.
Aiko no sabía ni dónde meterse. Le habían dicho que tenía algo con aquel chico, claro. Pero es que ella ni se acordaba de eso. Es que ella ni le conocía, realmente. Cómo… ¿Cómo se hacía, en aquellos casos? ¿Qué se solía hacer? ¿Se intentaba volver a lo que era antes? ¿O se iba más despacio, y simplemente se reconocían, y a ver qué surgía de ahí? ¿Y si ahora no le gustaba? Estaba hecha un lío.
Había tantas expectativas, y tan distintas en cada uno, que aquello podía salir muy mal. Eso sí, Datsue sabía que se habían gustado en dos ocasiones —oh, porque no, aquella no era la primera vez que Aiko perdía la memoria una vez conoció al Intrépido—, y, por tanto, la lógica y la fe le aseguraban que podía ocurrir una tercera. La ciencia hasta le decía que era probable; los Dioses que estaban predestinados a ello, unidos por el hilo rojo del destino.
¿Qué podía salir mal, cuando tanto la ciencia como la fe llegaban a la misma conclusión?
Sin embargo, todavía era algo pronto para descubrir el resultado de tan soñado reencuentro. Solo había una cosa segura: Datsue dejaría grabado los detalles más importantes en ese diario que había empezado a escribir tras la muerte de su Hermano.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado