22/02/2019, 00:57
El Inuzuka tomó sin demasiado atentado la flor. Un ejemplar, que lejos de ser el ideal, casi raspaba la mundano. Sin embargo, la efímera felicidad se vio truncada por el simio. Apenas el chico guardó la flor, el susodicho primate se lanzó al ataque con una jauría de gritos y arañazos. O bien protegía un preciado tesoro, o se trataba de una fiera defensa de su manjar favorito. Fuese cual fuese la causa, la obvio era que no estaba solo.
Etsu se zafó a duras penas del primate, batiendo ambos brazos alocadamente intentando acertar al mono, cual ventilador en pleno verano intenta sofocar la temperatura. En ambos casos algo carente de buen final, un mero esfuerzo que termina apenas realizado el movimiento.
—¡La madre que lo trajo! —blasfemó al mandril, capuchino, o lo que fuese ese maldito animal sacado de las entrañas del infierno.
Apenas pudo escapar, Etsu cruzó ambos brazos y los extendió bruscamente tras ello, con el mismo gesto sacó sus propias garras y colmillos. Sin duda, no se iba a dejar amedrentar por ese, ni por sus amigos. Si ellos mostraban colmillos, el Inuzuka mas. Si los monos mostraban sus garras, el Inuzuka mostraba las suyas. Si el mono tiraba heces... bueno, ahí no iba a rebajarse Etsu.
—¡¡GWAAAAAAAHH!!
Su bramido retumbó en el bosque, mucho mas alto y fiero al de sus oponentes. Pero hiciese mella o no en los monos, el chico no pensaba perder el tiempo en esa idiotez de enfrentarlos. Tenía un objetivo claro, y el tiempo apremiaba.
Tan pronto como cundiese la confusión entre los primates, tanto Etsu como Akane saldrían corriendo en pos de encontrar otra planta. No importaba que tuviesen que saltar durante un buen rato, lo primordial era encontrar la planta y alejarse de los primates.
Etsu se zafó a duras penas del primate, batiendo ambos brazos alocadamente intentando acertar al mono, cual ventilador en pleno verano intenta sofocar la temperatura. En ambos casos algo carente de buen final, un mero esfuerzo que termina apenas realizado el movimiento.
—¡La madre que lo trajo! —blasfemó al mandril, capuchino, o lo que fuese ese maldito animal sacado de las entrañas del infierno.
Apenas pudo escapar, Etsu cruzó ambos brazos y los extendió bruscamente tras ello, con el mismo gesto sacó sus propias garras y colmillos. Sin duda, no se iba a dejar amedrentar por ese, ni por sus amigos. Si ellos mostraban colmillos, el Inuzuka mas. Si los monos mostraban sus garras, el Inuzuka mostraba las suyas. Si el mono tiraba heces... bueno, ahí no iba a rebajarse Etsu.
—¡¡GWAAAAAAAHH!!
Su bramido retumbó en el bosque, mucho mas alto y fiero al de sus oponentes. Pero hiciese mella o no en los monos, el chico no pensaba perder el tiempo en esa idiotez de enfrentarlos. Tenía un objetivo claro, y el tiempo apremiaba.
Tan pronto como cundiese la confusión entre los primates, tanto Etsu como Akane saldrían corriendo en pos de encontrar otra planta. No importaba que tuviesen que saltar durante un buen rato, lo primordial era encontrar la planta y alejarse de los primates.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~