4/03/2019, 18:45
Las escaleras serpenteaban hacia arriba como una anaconda, y daba al menos unas cuatro vueltas en su propio eje hasta alcanzar el piso inmediatamente superior. Arriba, Datsue escuchó los murmullos de varias personas, y por esa razón, tuvo que asomar sólo el pescuezo para percatarse de en qué coño estaba metido.
El pasillo era idéntico al de abajo. Las mismas habitaciones en ambos laterales. Lo único que cambiaba es que aquella ala tenía una enorme puerta de madera caoba con tallados y grabados símiles a la insigna del Estandarte, acompañado también del escudo de la familia Tākoizu.
Esa puerta en particular —que asumiblemente, daba al despacho de Nahana—. estaba custodiada por dos hombres. Pero en el pasillo había otros dos, aparte de ellos, que eran los que cuchicheaban entre sí.
¡Bam! se escuchó otro estruendo, otro golpe seco. Aunque tal y como en la ocasión anterior, que pudo fisgonear por la ventana; no hubo queja alguna.
Si Nahana estaba siendo torturada, no daba señales de padecerlo. Era fuerte. Muy fuerte.
La cuestión es: ¿por cuánto tiempo más?
El pasillo era idéntico al de abajo. Las mismas habitaciones en ambos laterales. Lo único que cambiaba es que aquella ala tenía una enorme puerta de madera caoba con tallados y grabados símiles a la insigna del Estandarte, acompañado también del escudo de la familia Tākoizu.
Esa puerta en particular —que asumiblemente, daba al despacho de Nahana—. estaba custodiada por dos hombres. Pero en el pasillo había otros dos, aparte de ellos, que eran los que cuchicheaban entre sí.
¡Bam! se escuchó otro estruendo, otro golpe seco. Aunque tal y como en la ocasión anterior, que pudo fisgonear por la ventana; no hubo queja alguna.
Si Nahana estaba siendo torturada, no daba señales de padecerlo. Era fuerte. Muy fuerte.
La cuestión es: ¿por cuánto tiempo más?