25/03/2019, 02:55
El Uchiha aulló de dolor cuando sintió la mano de Kosetsu aprisionarle el antebrazo como un cepo para osos. Luego, su patada impactó en la pierna de este —y no en los huevos como había pretendido—, y juraría que le dolió más a él mismo que a Kosetsu.
Tal era la diferencia de fuerza bruta.
De pronto, su estómago dio un vuelco al sentir como sus pies se despegaban del suelo sin poder hacer nada por impedirlo. Él, el Intrépido, Matakages y Hermano del Desierto, sacudido en el aire como si se tratase de un trapo viejo y sucio. Para eso servían sus apodos y su fama: para absolutamente nada. Le estamparon contra una pared con semejante fuerza que se resquebrajó el muro. Quizá también alguna costilla suya. Era difícil saberlo. Le dolía todo el jodido cuerpo y se le había cortado la respiración.
Los pulmones le ardían. La cabeza le daba vueltas. Estaba jodido. Estaba en la mierda. ¿De verdad iba a morir aquella noche? ¿Con todo lo que le quedaba aún por hacer? ¿Por vivir? ¿Y qué pasaría con Aiko? ¿Quién trataría de rescatarla del fondo del lago? ¿Quién evitaría su tortura eterna?
Aquel pensamiento le enfureció. Le enfureció mucho. Keisuke habría muerto en vano y él ni siquiera habría tenido los cojones de infiltrarse en Ame por su cuenta. Moriría allí, por una causa que no era la suya. Por una lucha que no le concernía.
Qué patético.
Qué lamentable.
No. No podía permitirlo.
No podía.
¡No podía!
Con gran esfuerzo, juntó las manos en el sello del Carnero. El sello maldito colocado a Kosetsu, justo cuando le agarró de la muñeca —esa había sido su verdadera ofensiva desde el principio—, se activó, y una ristra de largos hexagramas se extendieron por su piel, paralizándole. No importaba la fuerza bruta que tuviese, los músculos no responderían. Porque en aquel particular duelo, lo único que importaba…
… era el poder.
—Dos.
1 AO mantenida
AO anterior revelada: Colocar el sello del Jigō Jubaku no In al agarrarle la muñeca.
Tal era la diferencia de fuerza bruta.
De pronto, su estómago dio un vuelco al sentir como sus pies se despegaban del suelo sin poder hacer nada por impedirlo. Él, el Intrépido, Matakages y Hermano del Desierto, sacudido en el aire como si se tratase de un trapo viejo y sucio. Para eso servían sus apodos y su fama: para absolutamente nada. Le estamparon contra una pared con semejante fuerza que se resquebrajó el muro. Quizá también alguna costilla suya. Era difícil saberlo. Le dolía todo el jodido cuerpo y se le había cortado la respiración.
Los pulmones le ardían. La cabeza le daba vueltas. Estaba jodido. Estaba en la mierda. ¿De verdad iba a morir aquella noche? ¿Con todo lo que le quedaba aún por hacer? ¿Por vivir? ¿Y qué pasaría con Aiko? ¿Quién trataría de rescatarla del fondo del lago? ¿Quién evitaría su tortura eterna?
Aquel pensamiento le enfureció. Le enfureció mucho. Keisuke habría muerto en vano y él ni siquiera habría tenido los cojones de infiltrarse en Ame por su cuenta. Moriría allí, por una causa que no era la suya. Por una lucha que no le concernía.
Qué patético.
Qué lamentable.
No. No podía permitirlo.
No podía.
¡No podía!
Con gran esfuerzo, juntó las manos en el sello del Carnero. El sello maldito colocado a Kosetsu, justo cuando le agarró de la muñeca —esa había sido su verdadera ofensiva desde el principio—, se activó, y una ristra de largos hexagramas se extendieron por su piel, paralizándole. No importaba la fuerza bruta que tuviese, los músculos no responderían. Porque en aquel particular duelo, lo único que importaba…
… era el poder.
—Dos.
1 AO mantenida
AO anterior revelada: Colocar el sello del Jigō Jubaku no In al agarrarle la muñeca.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado