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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
«Clase 101 de supervivencia»

¿Qué debe hacer un ninja en tiempos de extrema necesidad?

Calmar la mente, dominar el cuerpo. Pero uno tan herido como el de Datsue no era fácil de domar. El dolor te poseía, se escudriñaba en cada poro de tu piel sin dejar parte que no padeciese las intensas secuelas de unos cuántos huesos rotos. El Uchiha, sin embargo, no iba a tener que ensillar a ese potro indomable por sí sólo. El tenía una soga fibrosa y apropiada para agarrar a ese jodido toro por los putos cuernos.

Un jutsu. Útil como ningún otro, que inhibió totalmente el dolor.

El mundo volvió a ser bueno durante un instante. Tenía cinco minutos para aprovecharlo.

Pero los obstáculos no iban a ceder por los entresijos de un fuuinjutsu. La piedra que le cubría la pierna seguía siendo del tamaño de su torso y era absurdamente pesada. La tierra que pretendió cavar, no obstante, sí que era más endeble, y tenía suerte de haber caído en lo que una vez fue un lindo jardín que rodeaba la estatua de Lord Yonkai. De haber caído en el cerámico que tapizaba los lujosos suelos del templo, habría estado jodido.

Datsue cavó y cavó durante al menos un minuto hasta que pudo otear la continuidad de su pierna y vislumbrar sus dedos. Si los intentaba mover se iba a dar cuenta que por suerte sus tendones no parecían haberse desgarrado. La tibia, sin embargo...

Parecía uno de esos huesos que Datsuse pasaba horas y horas masticando. Aunque no era una herida abierta que pudiera verse amenazada por una infección.
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Mensajes en este tema
RE: (B) La penumbra de Lady Tākoizu - por Umikiba Kaido - 29/03/2019, 03:17


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