1/04/2019, 05:32
Siguió a Ranko en el cuidadoso descenso, tratando de disfrutar de la sensación de vértigo como si fuese una experiencia innovadora y no un miedo razonable. Sus manos y pies se dedicaban a la sujeción, mientras que su miraba buscaba aquella saliente en donde debía detenerse. No le costó mucho llegar hasta el lugar adecuado, y allí se detuvo a inspeccionar un poco el musgo: había poco, era resbaloso y formaba un patrón bastante extraño. Estaba a punto de comenzar a extraerlo, cuando diviso unas flores y las reconoció como una de las que debían de buscar.
—Ranko-san —llamo, asomando su cabeza—, tengo buenas y malas noticias: la buenas es que encontré, además del musgo mannerikko, algunas flores Niratsubu…, la mala es que solo tengo una bolsa.
»¿Qué deberíamos hacer? ¿Me encargo yo de recoger las flores y tú el musgo?
—Ranko-san —llamo, asomando su cabeza—, tengo buenas y malas noticias: la buenas es que encontré, además del musgo mannerikko, algunas flores Niratsubu…, la mala es que solo tengo una bolsa.
»¿Qué deberíamos hacer? ¿Me encargo yo de recoger las flores y tú el musgo?