9/04/2019, 17:35
Viento Gris, Invierno del año 218
Zzzzup.
Una figura aterrizó suavemente sobre la plataforma más alta de la Torre de Meditación. Aunque, a decir verdad, lo más correcto sería afirmar que apareció. Tan simple como eso; no estaba, y de repente, ¡zzzzup!, precedida de un destello carmesí aquella persona estaba allí. Como si se hubiera generado espontáneamente a partir del simple aire. El tipo —su complexión masculina le delataba, incluso bajo la capa de viaje color arena que llevaba, era un muchacho de unos quince o dieciséis años, de rostro anodino y nariz torcida. Sus iris estaban teñidos del mismo rojo sangre que las chispas de chakra que todavía repicaban en el ambiente a su alrededor, y el Sharingan de su ojo izquierdo acababa de recuperar su forma habitual, deshaciéndose la espiral en tres aspas negras. Bajo su capa de viaje vestía con el uniforme reglamentario de la Villa de la Espiral —incluída su placa dorada de jōnin—, y llevaba su bandana en la frente.
Uchiha Akame volteó la cabeza en varias direcciones hasta que por fin lo captó; una columna de humo y llamas anaranjadas que se recortaba contra el oscuro paisaje nocturno. «Aguanta, Datsue-kun, ¡estoy en camino!» Sin perder tiempo, el jōnin dio un salto y se adhirió a una de las enormes vigas de madera que hacían las veces de estructura fundamental de la Torre. Tan rápido como le daban las piernas, el Uchiha empezó a descender por la cara orientada hacia el incendio que podía verse en la lejanía.
Cuando estuvo a poca distancia del suelo se desprendió de la superficie de madera con un ágil salto, dando una voltereta en el aire para terminar aterrizando suavemente sobre la hierba, flexionando las rodillas para amortiguar el impacto. Encaró la dirección en la que estaba su Hermano y se llevó una mano al sello de la Hermandad Intrépida, concentrando una pequeña cantidad de chakra para activarlo.
—¡Aguanta, compadre! Estoy en la Torre de Meditación, voy para allá.
Y así, echó a correr como alma que llevaba el diablo.