10/04/2019, 17:15
(Última modificación: 22/04/2019, 14:27 por Uchiha Akame. Editado 1 vez en total.)
El Uchiha cruzó aquel arco de ébano mientras aflojaba el paso. Por mucha urgencia que tuviera en esa situación —con su Hermano herido gravemente y el objetivo de la misión en paradero indeterminado—, el físico de Akame tenía sus límites. La carrera por el bosque y escalar la montaña le habían puesto en el maldito límite, y apenas había terminado de subir aquellas escaleras cuando el muchacho pensó que iba a vomitar los pulmones. Se apoyó en el propio arco medio derruido un momento para recuperar el aliento y echar una visual de los alrededores.
«Por las tetas de Amaterasu, cuánta destrucción... Este sitio está hecho una porquería. ¿Y esa torre?», el jōnin alzó la vista hacia la más perjudicada de las tres torres, en proceso de derrumbe. «Ha debido ser una explosión de la rehostia para causar daños tan importantes...»
Cruzó la plaza y llegó hasta la estatua mutilada de aquel gran señor. Akame no sabía quién era y tampoco le interesaba, a no ser que las esculturas de repente pudieran hablar y encontrar a mujeres desaparecidas entre los escombros de un torreón. Así, continuó al trote para dirigirse hacia las inmediaciones de la torre; con cuidado, claro, pues parecía que iba a derrumbarse de un momento a otro y cualquier cascote que saliera volando podía ser un proyectil mortífero. Llevándose una mano al sello comunicador, lo activó de nuevo.
—¿Datsue-kun? ¿Dónde demonios estás? Yo acabo de pasar una estatua de un noble en mitad de una plaza.
«Por las tetas de Amaterasu, cuánta destrucción... Este sitio está hecho una porquería. ¿Y esa torre?», el jōnin alzó la vista hacia la más perjudicada de las tres torres, en proceso de derrumbe. «Ha debido ser una explosión de la rehostia para causar daños tan importantes...»
Cruzó la plaza y llegó hasta la estatua mutilada de aquel gran señor. Akame no sabía quién era y tampoco le interesaba, a no ser que las esculturas de repente pudieran hablar y encontrar a mujeres desaparecidas entre los escombros de un torreón. Así, continuó al trote para dirigirse hacia las inmediaciones de la torre; con cuidado, claro, pues parecía que iba a derrumbarse de un momento a otro y cualquier cascote que saliera volando podía ser un proyectil mortífero. Llevándose una mano al sello comunicador, lo activó de nuevo.
—¿Datsue-kun? ¿Dónde demonios estás? Yo acabo de pasar una estatua de un noble en mitad de una plaza.