16/04/2019, 22:40
(Última modificación: 16/04/2019, 22:40 por Inuzuka Etsu.)
El aquelarre de puercos con afilados colmillos ya lo tenían mas que claro. Querían esas malditas y sabrosas flores, musgos, plantas... lo que fuese que oliese tan bien. Y el fin normalmente justifica los medios, así que estaban en todo derecho de atacar a los humanos. Por si fuera poco, estaban en su territorio, y eso que habían recogido les pertenecía por derecho y sangre.
Quizás exagero.
Fuere como fuere, no titubearon en atacar. Etsu evadió a un primer jabalí, saltando por encima de éste con una acrobacia sin floritura alguna. Tan solo quería esquivar la embestida. El animal continuó su carrera con furia, creyendo que lo iba a arrastrar consigo hasta el abismo, o bien le iba a quitar las flores. Sin embargo, tuvo que retener precipitadamente su embestida al verse al borde del acantilado.
Akane entre tanto aún conservaba las distancias, observando cómo los otros dos miembros del equipo terminaban la labor. Se habían dado prisa, y habían terminado lo antes posible. En cuanto lo hicieron, comenzaron a subir.
Etsu quedó de nuevo ante colmillos. Su amenaza no sirvió ni para anuncio de crema hidratante. Los cerdos no parecían tan amedrentables como los monos...
«Mierda... ésto no funciona...»
Pero en ese instante, una bombilla se iluminó en su cabeza. Tenía una nueva y brillante idea, una que posiblemente le llevase a poder salvaguardar la situación con los cerdos sin hacerles daño. El chico sonrió ante el peligro que acechaba de nuevo, ahora en éste caso eran dos —Vamos, vamos cerditos... el Inuzuka deslizó su mano por su flanco, buscando su portaobjetos. Palpó, la deslizó un poco mas, y volvió a palpar.
—Mierda... —volvió a palpar una vez más —mierda, mierda... —volvió a intentarlo, mientras que una gota de sudor tan fría como el corazón de tu -ex se deslizaba por la sien del rastas —MIERDA.
«¡LA MADRE QUE TE PARIÓ! ¿¡A QUÉ NINJA SE LE OCURRE SALIR DE CASA A UNA MISIÓN SIN PILLAR SU EQUIPO!?»
A la mierda la idea de plantarle un sello con sonido a uno de los animales en una acrobacia y luego activarlo para que todos se asustasen. Sin duda, tener que tomar la misión con tan poca premeditación había sido de lo peor...
Tomó aire, e intentó conservar la calma. Tras de él, los chicos acababan de subir. Ranko, apenas subió, fue embestida también por otro de los animales. En ese instante, los dos que habían frente a Etsu corrieron como alma que lleva Satán. El chico corrió apenas un par de pasos, y plantó la suela de su bota sobre el hocico del primer jabalí, con ello y con el impulso del mismo animal, saltó lo suficiente como para adelantarse un par de metros y evitar mayores peligros.
Ranko preguntó qué debían hacer ahora, a lo cuál Kazuma respondió francamente. Debían huir, y dejar de lado la pelea con los animales. Tan solo necesitaban una manera de llegar hasta los árboles, o de evitar el grueso de animales.
—Akane tiene el resto de hierbas. Huid vosotros, ¡yo los entretengo! —aseguró el Inuzuka, mientras rápidamente tomaba una apariencia mucho mas asalvajada.
Rápido como un demonio, el chico avanzó hacia el pequeño jabato sin dilaciones. Para cuando lo tuviese a mano, lo cogería con fuerza. No para hacerle daño —ni mucho menos—, si no para que no se escapase en lo que durase su improvisado plan. Con el jabato entre brazos, correría hacia un flanco, buscando que los animales lo buscasen a él y no al resto del grupo.
Si de algo entendía, era de instinto animal... y aunque la barriga tiene una gran capacidad de seducción, el sentido paterno siempre gana en esa guerra. El sentimiento más fuerte. Escuchar al pequeño gritar focalizaría toda la atención en él...
Más le valía estar atento, pues sabía lo que se le venía encima.
Quizás exagero.
Fuere como fuere, no titubearon en atacar. Etsu evadió a un primer jabalí, saltando por encima de éste con una acrobacia sin floritura alguna. Tan solo quería esquivar la embestida. El animal continuó su carrera con furia, creyendo que lo iba a arrastrar consigo hasta el abismo, o bien le iba a quitar las flores. Sin embargo, tuvo que retener precipitadamente su embestida al verse al borde del acantilado.
Akane entre tanto aún conservaba las distancias, observando cómo los otros dos miembros del equipo terminaban la labor. Se habían dado prisa, y habían terminado lo antes posible. En cuanto lo hicieron, comenzaron a subir.
Etsu quedó de nuevo ante colmillos. Su amenaza no sirvió ni para anuncio de crema hidratante. Los cerdos no parecían tan amedrentables como los monos...
«Mierda... ésto no funciona...»
Pero en ese instante, una bombilla se iluminó en su cabeza. Tenía una nueva y brillante idea, una que posiblemente le llevase a poder salvaguardar la situación con los cerdos sin hacerles daño. El chico sonrió ante el peligro que acechaba de nuevo, ahora en éste caso eran dos —Vamos, vamos cerditos... el Inuzuka deslizó su mano por su flanco, buscando su portaobjetos. Palpó, la deslizó un poco mas, y volvió a palpar.
—Mierda... —volvió a palpar una vez más —mierda, mierda... —volvió a intentarlo, mientras que una gota de sudor tan fría como el corazón de tu -ex se deslizaba por la sien del rastas —MIERDA.
«¡LA MADRE QUE TE PARIÓ! ¿¡A QUÉ NINJA SE LE OCURRE SALIR DE CASA A UNA MISIÓN SIN PILLAR SU EQUIPO!?»
A la mierda la idea de plantarle un sello con sonido a uno de los animales en una acrobacia y luego activarlo para que todos se asustasen. Sin duda, tener que tomar la misión con tan poca premeditación había sido de lo peor...
Tomó aire, e intentó conservar la calma. Tras de él, los chicos acababan de subir. Ranko, apenas subió, fue embestida también por otro de los animales. En ese instante, los dos que habían frente a Etsu corrieron como alma que lleva Satán. El chico corrió apenas un par de pasos, y plantó la suela de su bota sobre el hocico del primer jabalí, con ello y con el impulso del mismo animal, saltó lo suficiente como para adelantarse un par de metros y evitar mayores peligros.
Ranko preguntó qué debían hacer ahora, a lo cuál Kazuma respondió francamente. Debían huir, y dejar de lado la pelea con los animales. Tan solo necesitaban una manera de llegar hasta los árboles, o de evitar el grueso de animales.
—Akane tiene el resto de hierbas. Huid vosotros, ¡yo los entretengo! —aseguró el Inuzuka, mientras rápidamente tomaba una apariencia mucho mas asalvajada.
Rápido como un demonio, el chico avanzó hacia el pequeño jabato sin dilaciones. Para cuando lo tuviese a mano, lo cogería con fuerza. No para hacerle daño —ni mucho menos—, si no para que no se escapase en lo que durase su improvisado plan. Con el jabato entre brazos, correría hacia un flanco, buscando que los animales lo buscasen a él y no al resto del grupo.
Si de algo entendía, era de instinto animal... y aunque la barriga tiene una gran capacidad de seducción, el sentido paterno siempre gana en esa guerra. El sentimiento más fuerte. Escuchar al pequeño gritar focalizaría toda la atención en él...
Más le valía estar atento, pues sabía lo que se le venía encima.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~