19/04/2019, 21:51
—En efecto, Datsue, en efecto. Podrías empezar contándome un poco el porqué has vuelto a aparecer medio muerto en nuestra Villa después de un salto de Akame. Van dos veces en menos de un año —alegó, entre sonrisas—. se te está volviendo una costumbre.
—Creo que es por aquí. Vamos.
Lo poco que quedaba de la gran Herrera se movió escueta hasta ingresar las puertas del pueblo, sumiéndose de lleno en los alaridos de metal, el aroma a fuego y carbón y a los incesantes clank, clank que armonizaban con el viento. Akame pronto reconoció que habían estado siguiendo el camino que transitó él una vez, cuando volvió con su hermano de aquella caza que les llevó a enfrentar al Centinela.
Más pronto que tarde, ambos dieron con la fragua de Soroku. Tan imponente. Tan... ¿apagada?
Ver que la chimenea no escupía humo y fuego se sintió en el corazón de Nahana como uno de esos malos augurio. Corrió, corrió y corrió. Trató de tumbar la puerta que impedía el paso hasta el interior de la casa.
—¡Soroku, Soroku! ¡¿estáis ahí? ¿hijas?! ¡Kitana, por favor, dime que estás bien! Por favor... p-por...fa...
. . .
—Creo que es por aquí. Vamos.
Lo poco que quedaba de la gran Herrera se movió escueta hasta ingresar las puertas del pueblo, sumiéndose de lleno en los alaridos de metal, el aroma a fuego y carbón y a los incesantes clank, clank que armonizaban con el viento. Akame pronto reconoció que habían estado siguiendo el camino que transitó él una vez, cuando volvió con su hermano de aquella caza que les llevó a enfrentar al Centinela.
Más pronto que tarde, ambos dieron con la fragua de Soroku. Tan imponente. Tan... ¿apagada?
Ver que la chimenea no escupía humo y fuego se sintió en el corazón de Nahana como uno de esos malos augurio. Corrió, corrió y corrió. Trató de tumbar la puerta que impedía el paso hasta el interior de la casa.
—¡Soroku, Soroku! ¡¿estáis ahí? ¿hijas?! ¡Kitana, por favor, dime que estás bien! Por favor... p-por...fa...