20/04/2019, 13:49
Akame siguió a Takoizu Nahana a través de las calles de Los Herreros, un lugar que ella parecía haber conocido bien. Cuando ambos llegaron frente a la fragua de Soroku, dos cosas llamaron la atención del Uchiha. La primera, que la enorme chimenea parecía estar inactiva; la segunda, que la puerta estaba cerrada por dentro.
«Esto no me gusta...»
Cuando Nahana empezó a golpear el portón y a gritar, el jōnin la agarró del brazo para apartarla y llamar su atención. Se llevó el dedo índice a los labios en un claro gesto que quería decir «no hagas ruido», y luego buscó alejarse de la entrada unos cuantos pasos. Con ojo veterano, Akame examinó los exteriores, tratando de determinar si había alguna ventana u otra entrada accesible.
—Pase lo que pase, quédate aquí. Si vuestros enemigos han seguido a Soroku y a tus hijas hasta aquí, no podemos descartar que la fragua esté comprometida. Iré a ver.
«Esto no me gusta...»
Cuando Nahana empezó a golpear el portón y a gritar, el jōnin la agarró del brazo para apartarla y llamar su atención. Se llevó el dedo índice a los labios en un claro gesto que quería decir «no hagas ruido», y luego buscó alejarse de la entrada unos cuantos pasos. Con ojo veterano, Akame examinó los exteriores, tratando de determinar si había alguna ventana u otra entrada accesible.
—Pase lo que pase, quédate aquí. Si vuestros enemigos han seguido a Soroku y a tus hijas hasta aquí, no podemos descartar que la fragua esté comprometida. Iré a ver.