20/04/2019, 21:30
—Bueno, no las hemos visto directamente, pero eso no es problema. Podemos preguntarle a él, ¿no? —replicó Daruu.
Y, ni corto ni perezoso, se mordió el dedo pulgar e invocó a Yuki.
—¡Daruu-nyan! ¿Dónde nyestamos? ¿Qué pasa? —preguntó el felino, claramente confundido. Sin embargo, enseguida reparó en la presencia de Ayame Y, perdiendo todas las formas, se subió a ella y comenzó a restregarse por el cuello de una incómoda muchacha—. ¡ANYAME-NYAAAN!
—Yu... Yuki... —trató de advertirle Ayame, con una sonrisa nerviosa y los ojos clavados en la Arashikage, que parecía estar divirtiéndose con todo aquello. Aunque de una forma extrañamente sádico.
—Coño, pero miren qué cosica más linda tenemos aquí. ¿No será tu hermano usando el henge, Ayame?
Aquella era una pregunta que todos en aquella sala se habían hecho alguna vez. Y eso que Yui no había visto a Yuki en su forma de infante.
—Ehm... Yuki. ¿Crees que es este el momento más apropiado? —advirtió Daruu, aclarándose la garganta.
Y entonces Yuki se dio cuenta de la situación en la que se encontraba y Ayame sintió el afilado pinchazo de sus uñitas en su hombro.
—¡Ay miau madre! —balbuceó, con las orejas agachadas y los ojos abiertos como platos—. Nyusted debe... debe ser... Nyui-sama... ¡Nyo siento! ¡Nye-nyencantado de conyocerla!
—No te entiendo una puta mierda, gato. ¡Habla bien! —bramó Yui.
—Yuki, ¿podrías decirme si...? —preguntó Daruu, pero ni siquiera necesitó terminar la cuestión.
—¡NYAAAAA! ¡Son las que le sacaron los nyojos al nyinyo!
Daruu y Yui suspiraron.
—Son ellas, definitivamente.
Yui se inclinó hacia Daruu, fijando sus eléctricos ojos en los del muchacho.
—Bien. Tengo un par de shinobi encubiertos en la ciudad que pueden auxiliarlos si lo necesitan, pero tómenlo como un comodín que usarían sólo si es de vida o muerte. Son operaciones en clandestinidad que tienen cociéndose mucho tiempo e inmolarlas significaría perder el trabajo de años —en aquella ocasión le tendió algo a Daruu; el que, como ninja de mayor rango, actuaría con el papel de líder del equipo: una tarjeta de bolsillo que a contraluz revelaba un símbolo abstracto que se asemejaba a una grulla—. En ese caso, pregunten por Senbazuru en el salón del Arte Kusadama, en el Distrito Norte; y mostrad esa ficha. Quiero una ejecución perfecta, Amedama. Naia no es estúpida. Que haya instalado su guarida en el corazón de Shinogi-To tiene un sólo propósito, y es que cualquier ficha que pudiéramos mover si descubriésemos su locación tendría que hacerse con el agravante de que estamos realizando una operación en el jodido patio del Señor Feudal. Si algo sale mal, nos puede saltar la mierda a todos. Así que, precaución. Y mucha cabeza. ¿Está claro?
—Entendido, Arashikage-sama —respondieron los dos ninjas al unísono.
Aunque Ayame se sintió terriblemente mareada y abrumada. No sólo estaban tratando con una misión de rango A, sino que era una extremadamente delicada. Estaban hablando de actuar en pleno Shinogi-To, la capital del País de la Tormenta. Estaban hablando de que tenían que actuar con la máxima discreción posible, y prácticamente solos. Estaban hablando de acabar con una organización de criminales traficantes de Dojutsu sin ser detectados.
—¿Algo más que debamos saber? ¿Algún recurso...? —preguntó Daruu.
Ayame se volvió hacia Yui, interrogante. Y al mismo tiempo expectante.
Y, ni corto ni perezoso, se mordió el dedo pulgar e invocó a Yuki.
—¡Daruu-nyan! ¿Dónde nyestamos? ¿Qué pasa? —preguntó el felino, claramente confundido. Sin embargo, enseguida reparó en la presencia de Ayame Y, perdiendo todas las formas, se subió a ella y comenzó a restregarse por el cuello de una incómoda muchacha—. ¡ANYAME-NYAAAN!
—Yu... Yuki... —trató de advertirle Ayame, con una sonrisa nerviosa y los ojos clavados en la Arashikage, que parecía estar divirtiéndose con todo aquello. Aunque de una forma extrañamente sádico.
—Coño, pero miren qué cosica más linda tenemos aquí. ¿No será tu hermano usando el henge, Ayame?
Aquella era una pregunta que todos en aquella sala se habían hecho alguna vez. Y eso que Yui no había visto a Yuki en su forma de infante.
—Ehm... Yuki. ¿Crees que es este el momento más apropiado? —advirtió Daruu, aclarándose la garganta.
Y entonces Yuki se dio cuenta de la situación en la que se encontraba y Ayame sintió el afilado pinchazo de sus uñitas en su hombro.
—¡Ay miau madre! —balbuceó, con las orejas agachadas y los ojos abiertos como platos—. Nyusted debe... debe ser... Nyui-sama... ¡Nyo siento! ¡Nye-nyencantado de conyocerla!
—No te entiendo una puta mierda, gato. ¡Habla bien! —bramó Yui.
—Yuki, ¿podrías decirme si...? —preguntó Daruu, pero ni siquiera necesitó terminar la cuestión.
—¡NYAAAAA! ¡Son las que le sacaron los nyojos al nyinyo!
Daruu y Yui suspiraron.
—Son ellas, definitivamente.
Yui se inclinó hacia Daruu, fijando sus eléctricos ojos en los del muchacho.
—Bien. Tengo un par de shinobi encubiertos en la ciudad que pueden auxiliarlos si lo necesitan, pero tómenlo como un comodín que usarían sólo si es de vida o muerte. Son operaciones en clandestinidad que tienen cociéndose mucho tiempo e inmolarlas significaría perder el trabajo de años —en aquella ocasión le tendió algo a Daruu; el que, como ninja de mayor rango, actuaría con el papel de líder del equipo: una tarjeta de bolsillo que a contraluz revelaba un símbolo abstracto que se asemejaba a una grulla—. En ese caso, pregunten por Senbazuru en el salón del Arte Kusadama, en el Distrito Norte; y mostrad esa ficha. Quiero una ejecución perfecta, Amedama. Naia no es estúpida. Que haya instalado su guarida en el corazón de Shinogi-To tiene un sólo propósito, y es que cualquier ficha que pudiéramos mover si descubriésemos su locación tendría que hacerse con el agravante de que estamos realizando una operación en el jodido patio del Señor Feudal. Si algo sale mal, nos puede saltar la mierda a todos. Así que, precaución. Y mucha cabeza. ¿Está claro?
—Entendido, Arashikage-sama —respondieron los dos ninjas al unísono.
Aunque Ayame se sintió terriblemente mareada y abrumada. No sólo estaban tratando con una misión de rango A, sino que era una extremadamente delicada. Estaban hablando de actuar en pleno Shinogi-To, la capital del País de la Tormenta. Estaban hablando de que tenían que actuar con la máxima discreción posible, y prácticamente solos. Estaban hablando de acabar con una organización de criminales traficantes de Dojutsu sin ser detectados.
—¿Algo más que debamos saber? ¿Algún recurso...? —preguntó Daruu.
Ayame se volvió hacia Yui, interrogante. Y al mismo tiempo expectante.