20/04/2019, 21:46
Yui se llevó la mano a la cara de la forma más lenta posible, consciente de que si no controlaba su fuerza se iba a desfigurar el rostro. Por el contrario, se sobó la marca calcada a fuego en su frente y trató de calmar esa tormenta que empeoraba sus condiciones en el interior de aquella mujer. Traición por traición, una a una. Los recuerdos de aquellos que eligieron estar en su contra le atizaban en episodios que nadie quería rememorizar.
—Jodido mocoso. Te voy a matar, escualo de mi... —Yui cogió de pronto el teléfono de línea local que reposaba sobre su escritorio y levantó el auricular, colocándoselo en el oído mientras marcaba un número que le conectaba con el de la recepción—. ¿Hola? ¿Hida? sí, avísale a Kaguya Hageshi que la quiero en mi oficina en diez minuto. ¡Ahora!
¡Bám! el teléfono volvió a caer sobre la cuenca y pareció partirse en dos tras el impacto. Era el tercero en el último mes.
—El tatuaje. Sí... le llaman la Marca del Dragón. Tiene dos funciones dentro de Dragón Rojo: una es para identificar a los ocho líderes de la organización y a su vez sirve como un sello inmolador que calcina los cuerpos de su poseedor para evitar fugas de información si llegan a ser capturados. Es una obligación para los miembros tenerlo, así que eso no nos dice nada. Su mensaje, sin embargo... lo deja todo muy claro.
»Dado tu reporte, actualizaremos el estado de Umikiba Kaido en el Libro Bingo y aumentaremos su recompensa —soltó, concisa—. daremos la alerta a las otras Aldeas, también. Vosotros preocuparos ahora por ahogar a esas Náyades. Que entiendan que con la Tormenta no se juega y volved a mí. Luego nos ocuparemos de esa escoria azul como es debido.
Yui miró a Ayame. Lucía aún incómoda, como si las malas noticias no hubieran acabado aún.
—¿Hay algo más?
—Jodido mocoso. Te voy a matar, escualo de mi... —Yui cogió de pronto el teléfono de línea local que reposaba sobre su escritorio y levantó el auricular, colocándoselo en el oído mientras marcaba un número que le conectaba con el de la recepción—. ¿Hola? ¿Hida? sí, avísale a Kaguya Hageshi que la quiero en mi oficina en diez minuto. ¡Ahora!
¡Bám! el teléfono volvió a caer sobre la cuenca y pareció partirse en dos tras el impacto. Era el tercero en el último mes.
—El tatuaje. Sí... le llaman la Marca del Dragón. Tiene dos funciones dentro de Dragón Rojo: una es para identificar a los ocho líderes de la organización y a su vez sirve como un sello inmolador que calcina los cuerpos de su poseedor para evitar fugas de información si llegan a ser capturados. Es una obligación para los miembros tenerlo, así que eso no nos dice nada. Su mensaje, sin embargo... lo deja todo muy claro.
»Dado tu reporte, actualizaremos el estado de Umikiba Kaido en el Libro Bingo y aumentaremos su recompensa —soltó, concisa—. daremos la alerta a las otras Aldeas, también. Vosotros preocuparos ahora por ahogar a esas Náyades. Que entiendan que con la Tormenta no se juega y volved a mí. Luego nos ocuparemos de esa escoria azul como es debido.
Yui miró a Ayame. Lucía aún incómoda, como si las malas noticias no hubieran acabado aún.
—¿Hay algo más?