21/04/2019, 20:17
Yui dio un paso hacia ellos, con las manos en la cadera. Meneándose a un lado del escritorio como una víbora siguiendo el rastro de calor de sus víctimas. Ella tenía los ojos pequeños y rasgados como los de un depredador, pero con cada revelación que le iba soltando Ayame, se le iban transformando en dos enormes meteoros a punto de estrellarse contra la tierra y extinguir a toda la jodida raza humana.
¿Uchiha Akame? ¿le estaban tomando el puto pelo?
—¿Akame el secuestrador? —preguntó con un tono tan filoso como de las sendas espadas que seguían, por suerte, enfundadas a los costados de su cintura. Esperaba que se tratara de una broma, pero Daruu certificó lo contrario—. osea, que me estáis diciendo que ese cabrón de Hanabi nos pintó la cara a mí y a Kenzou y que esa jodida rata está viva? —por un instante, los cimientos del pacto se tambalearon. Ideas insanas invadieron su cabeza como el veneno que asesinó a su admirado Yuukaito, su antecesor Arashikage. Como de que Hanabi les engañó durante la reunión que dio vida al Pacto y que matizó la supuesta muerte de uno de sus dos guardianes a manos de los Generales de Kurama para generar simpatía hacia la causa más imperativa que no era otra sino la paz. Porque si algo así podía sucederle a Aotsuki Ayame o a Eikyu Juro, la alianza era absolutamente necesaria en todos los sentidos. No obstante, Yui tenía que admitir que ese escenario tampoco lucía demasiado favorable para Uzushiogakure en el sentido de que perder a un ninja como Akame no parecía ser una estrategia demasiado práctica. Hanabi era un hombre noble y en él vivían los vestigios de Shiona, cuyo nombre servía a cátedra como un sinónimo de paz, pero no tanto como para castigar a uno de los suyos a favor de una alianza que podría haberse firmado igual sin la necesidad de meter a Akame en el meollo.
—¿Estás totalmente segura, Ayame? —porque la lengua es el castigo del cuerpo y soltar semejante revelación sin haber asegurado su veracidad resultaba ser un riesgo peligroso—. esta información podría poner en juego muchas cosas, niña.
Porque parecía ser que Sarutobi Hanabi y Amekoro Yui iban a tener que verse las caras muy pronto, otra vez. Para devolverle el favor —y gritarle un par de cosas, también—. por la inteligencia que compartió él con ella respecto Umikiba Kaido.
¿Uchiha Akame? ¿le estaban tomando el puto pelo?
—¿Akame el secuestrador? —preguntó con un tono tan filoso como de las sendas espadas que seguían, por suerte, enfundadas a los costados de su cintura. Esperaba que se tratara de una broma, pero Daruu certificó lo contrario—. osea, que me estáis diciendo que ese cabrón de Hanabi nos pintó la cara a mí y a Kenzou y que esa jodida rata está viva? —por un instante, los cimientos del pacto se tambalearon. Ideas insanas invadieron su cabeza como el veneno que asesinó a su admirado Yuukaito, su antecesor Arashikage. Como de que Hanabi les engañó durante la reunión que dio vida al Pacto y que matizó la supuesta muerte de uno de sus dos guardianes a manos de los Generales de Kurama para generar simpatía hacia la causa más imperativa que no era otra sino la paz. Porque si algo así podía sucederle a Aotsuki Ayame o a Eikyu Juro, la alianza era absolutamente necesaria en todos los sentidos. No obstante, Yui tenía que admitir que ese escenario tampoco lucía demasiado favorable para Uzushiogakure en el sentido de que perder a un ninja como Akame no parecía ser una estrategia demasiado práctica. Hanabi era un hombre noble y en él vivían los vestigios de Shiona, cuyo nombre servía a cátedra como un sinónimo de paz, pero no tanto como para castigar a uno de los suyos a favor de una alianza que podría haberse firmado igual sin la necesidad de meter a Akame en el meollo.
—¿Estás totalmente segura, Ayame? —porque la lengua es el castigo del cuerpo y soltar semejante revelación sin haber asegurado su veracidad resultaba ser un riesgo peligroso—. esta información podría poner en juego muchas cosas, niña.
Porque parecía ser que Sarutobi Hanabi y Amekoro Yui iban a tener que verse las caras muy pronto, otra vez. Para devolverle el favor —y gritarle un par de cosas, también—. por la inteligencia que compartió él con ella respecto Umikiba Kaido.