21/04/2019, 22:24
El jōnin observó aquel emotivo reencuentro desde un discreto segundo plano, pues parecía que las niñas habían llegado a salvo a Los Herreros y no quería privar a ninguna de las partes de un merecido abrazo. «Y sin embargo, ¿por qué está la fragua inactiva? ¿Por qué este lugar luce tan... abandonado? ¿Y dónde demonios está Soroku?» Demasiadas incógnitas que no le dejaban un buen presentimiento.
De repente, una voz familiar le sobresaltó. Akame se volteó al instante, con el Sharingan de tres aspas brillando en sus ojos. Miró a Shinjaka de arriba a abajo antes de contestar con tono calmo.
—Shinjaka-san —devolvió el saludo sin mucho ímpetu. No le gustaba aquella comadreja—. Eso parece, la fortuna ha querido que mi estimado Datsue me haya pedido que os saque las castañas del fuego... Otra vez.
El jōnin inspeccionó los alrededores, receloso. Luego sus ojos de sangre se fijaron en los de Shinjaka, el ayudante.
—¿Y Soroku? Según tengo entendido, salió en busca de las muchachas. Ellas están aquí, pero a él no le veo.
De repente, una voz familiar le sobresaltó. Akame se volteó al instante, con el Sharingan de tres aspas brillando en sus ojos. Miró a Shinjaka de arriba a abajo antes de contestar con tono calmo.
—Shinjaka-san —devolvió el saludo sin mucho ímpetu. No le gustaba aquella comadreja—. Eso parece, la fortuna ha querido que mi estimado Datsue me haya pedido que os saque las castañas del fuego... Otra vez.
El jōnin inspeccionó los alrededores, receloso. Luego sus ojos de sangre se fijaron en los de Shinjaka, el ayudante.
—¿Y Soroku? Según tengo entendido, salió en busca de las muchachas. Ellas están aquí, pero a él no le veo.