21/04/2019, 23:05
El galante Shinjaka con su piel melada le sonrió a Akame.
—Quizás es porque es incapaz de cumplir los compromisos que asume, Akame-kun. Quizás no está al nivel que supone tener la Marca del Hierro —contestó, hiriente. Luego miró a las niñas y a Nahana, que torcía el pescuezo hasta la conversación al igual que sus dos herederas—. Soroku-dono partió hace dos días hacia el País de la Tierra cuando Datsue le avisó a través del pinganillo especial ese que le pone a la gente. Desesperado, por encontrar a nuestra señora Nahana y a su preciado aliado de ojos rojos.
»Pero Kitana y Urami volvieron por su propia cuenta. No se encontraron en el camino, y lo más probable es que Soroku haya ido directo al Templo.
—Quizás es porque es incapaz de cumplir los compromisos que asume, Akame-kun. Quizás no está al nivel que supone tener la Marca del Hierro —contestó, hiriente. Luego miró a las niñas y a Nahana, que torcía el pescuezo hasta la conversación al igual que sus dos herederas—. Soroku-dono partió hace dos días hacia el País de la Tierra cuando Datsue le avisó a través del pinganillo especial ese que le pone a la gente. Desesperado, por encontrar a nuestra señora Nahana y a su preciado aliado de ojos rojos.
»Pero Kitana y Urami volvieron por su propia cuenta. No se encontraron en el camino, y lo más probable es que Soroku haya ido directo al Templo.