22/04/2019, 20:25
Ayame le pidió un momento y cerró los ojos, concentrándose. Formuló los sellos del Henge no Jutsu y se envolvió en una nube de humo. Daruu entrecerró los ojos y registró rápidamente el aspecto desmejorado de aquél Akame tan distinto pero tan reconocible: por la nariz torcida, por los ojos astutos y peligrosos. No pudo evitar fijarse en esos dientes, azules, señal de un drogadicto de Omoide, aquella droga que casi era un secreto a gritos, y de la que se decía que consumía cualquier vida que hubieses osado tener antes de probarla. Porque una vez la probabas, no había marcha atrás.
Excepto para Uchiha Akame, por lo visto. ¿Qué le había hecho salir de ese pozo?
Daruu lo miró de arriba a abajo. Apretó los puños y tragó saliva, incómodo. Recordó el frío tacto del acero en sus muñecas, aunque se sorprendió de haber dejado el rencor atrás y encontrar nada más que un regusto amargo. Quizás era más apremiante el hecho de que fuese un renegado peligroso que podía trabajar contra ellos que su pasado como jōnin de Uzushiogakure, del que, a juzgar por sus palabras, había abandonado tras cierta traición.
Lo miró directamente a los ojos, por primera vez sin miedo a caer en una de esas dichosas ilusiones. Clavó la mirada en el falso Uchiha; el tiempo pareció detenerse.
¡Plink! El ascensor se detuvo.
Daruu levantó la mano, formando un óvalo entre el dedo pulgar y el dedo índice, y golpeó con un sencillo capirote la frente de Ayame, haciendo que deshiciera el jutsu de transformación. Las puertas se abrieron.
—Lo siento, no queremos que el pobre Hida-dono se lleve un susto, ¿eh? —murmuró, con una sonrisa afable. Daruu y Ayame salieron del ascensor—. Que tenga usted un buen día, Hida-dono! —se despidió, y cruzó el umbral.
La Tormenta les recibió de nuevo.
—Vayamos a casa y preparemos algunos enseres para el viaje. Una vez en Shinogi-To, deberíamos improvisar con lo que podamos encontrar. Difícilmente iremos de incógnito cargando una mochila a la espalda todo el rato.
Excepto para Uchiha Akame, por lo visto. ¿Qué le había hecho salir de ese pozo?
Daruu lo miró de arriba a abajo. Apretó los puños y tragó saliva, incómodo. Recordó el frío tacto del acero en sus muñecas, aunque se sorprendió de haber dejado el rencor atrás y encontrar nada más que un regusto amargo. Quizás era más apremiante el hecho de que fuese un renegado peligroso que podía trabajar contra ellos que su pasado como jōnin de Uzushiogakure, del que, a juzgar por sus palabras, había abandonado tras cierta traición.
Lo miró directamente a los ojos, por primera vez sin miedo a caer en una de esas dichosas ilusiones. Clavó la mirada en el falso Uchiha; el tiempo pareció detenerse.
¡Plink! El ascensor se detuvo.
Daruu levantó la mano, formando un óvalo entre el dedo pulgar y el dedo índice, y golpeó con un sencillo capirote la frente de Ayame, haciendo que deshiciera el jutsu de transformación. Las puertas se abrieron.
—Lo siento, no queremos que el pobre Hida-dono se lleve un susto, ¿eh? —murmuró, con una sonrisa afable. Daruu y Ayame salieron del ascensor—. Que tenga usted un buen día, Hida-dono! —se despidió, y cruzó el umbral.
La Tormenta les recibió de nuevo.
—Vayamos a casa y preparemos algunos enseres para el viaje. Una vez en Shinogi-To, deberíamos improvisar con lo que podamos encontrar. Difícilmente iremos de incógnito cargando una mochila a la espalda todo el rato.
![[Imagen: K02XwLh.png]](https://i.imgur.com/K02XwLh.png)