24/04/2019, 18:28
—Solo si Hanabi está de acuerdo —respondió Datsue—. Como comprenderéis no puedo dejaros escuchar algo privado sin su conocimiento. Sería… problemático.
Ayame cerró los ojos momentáneamente.
—Lo comprendo —asintió, y su voz sonó tan templada como las aguas de una laguna a medianoche: llana, sin ningún tipo de corriente que alterara su superficie. Aunque, por dentro, ese mismo agua se transformaba en un torbellino, brusco, violento, expectante...—. No es mi intención escuchar a escondidas, sólo quiero la oportunidad de poder explicarme en caso de necesitarse.
Confiaba en Hanabi. Y Ayame confiaba en que fuera la persona amable, comprensiva y pacífica que ella creía que era desde que le envió aquella carta en la que pedía perdón por todo lo ocurrido en el examen de Chūnin. De hecho esperaba que Hanabi la recordara por aquella carta y se mostrara más receptivo ante lo que el Uchiha tenía que contarle de su parte.
Lo que sucedería a continuación, ninguno de los dos Amejines llegaría a conocerlo. El silencio se prolongó durante varios largos minutos, hasta que...
—¡Me vas a matar de un susto, chico! —exclamó una voz desconocida para ella, de hombre—. ¿Se puede saber qué haces husmeando a estas horas por el edificio? sabes que cerramos las puertas a medianoche.
Por supuesto, Ayame guardó el más absoluto silencio.
Ayame cerró los ojos momentáneamente.
—Lo comprendo —asintió, y su voz sonó tan templada como las aguas de una laguna a medianoche: llana, sin ningún tipo de corriente que alterara su superficie. Aunque, por dentro, ese mismo agua se transformaba en un torbellino, brusco, violento, expectante...—. No es mi intención escuchar a escondidas, sólo quiero la oportunidad de poder explicarme en caso de necesitarse.
Confiaba en Hanabi. Y Ayame confiaba en que fuera la persona amable, comprensiva y pacífica que ella creía que era desde que le envió aquella carta en la que pedía perdón por todo lo ocurrido en el examen de Chūnin. De hecho esperaba que Hanabi la recordara por aquella carta y se mostrara más receptivo ante lo que el Uchiha tenía que contarle de su parte.
Lo que sucedería a continuación, ninguno de los dos Amejines llegaría a conocerlo. El silencio se prolongó durante varios largos minutos, hasta que...
—¡Me vas a matar de un susto, chico! —exclamó una voz desconocida para ella, de hombre—. ¿Se puede saber qué haces husmeando a estas horas por el edificio? sabes que cerramos las puertas a medianoche.
Por supuesto, Ayame guardó el más absoluto silencio.