24/04/2019, 22:27
Daruu bufó cuando Ayame le recordó el libro maldito de nuevo. Mierda, si casi no salen vivos de ahí. Pero debía reconocer que sí, que probablemente aquella misión fuera incluso más difícil que la del mundo ilusorio.
—Ajá, es evidente —rio Daruu—, pero sí, a mi también me preocupa esa. Creo que ambos podemos gestionar bien a una bruta con un hacha gigante, pero esa ataca directamente a tu punto débil, y yo utilizo sobretodo Suiton. Aunque me hayas visto hacer pinitos con el Raiton, no es mi principal baza, sino una herramienta más. —Útil combinación con sus espadas ocultas—. Bueno, será mejor que apretemos el paso.
Y así, Daruu y Ayame cruzaron los campos de trigo y arroz, las escarpadas extensiones de rocas yermas de más allá, y caminaron sobre las aguas de varios lagos pequeños. Se refugiaron bajo un templo a Amenokami cuando la tormenta arreció, y pararon a comerse un sándwich más tarde, a los pies de un gran árbol, cuando amainó durante unos breves minutos. Hacia la mitad del día, la silueta de Shinogi-To se hizo ver al final del camino.
—Ya llegamos —dijo Daruu, señalando lo obvio—. Lo primero que deberíamos hacer es buscar un alojamiento para que nos sirva de piso franco; dejaremos allí las mochilas, nos refugiaremos cuando necesitemos descansar y pasaremos las noches que haga falta. Luego, buscaremos el dichoso mercado con olor a pescado. —Arrugó la nariz, visiblemente inconforme—. Y con mucho cuidado, trataremos de dilucidar cuál de los tugurios de los alrededores es la guarida de Naia.
—Ajá, es evidente —rio Daruu—, pero sí, a mi también me preocupa esa. Creo que ambos podemos gestionar bien a una bruta con un hacha gigante, pero esa ataca directamente a tu punto débil, y yo utilizo sobretodo Suiton. Aunque me hayas visto hacer pinitos con el Raiton, no es mi principal baza, sino una herramienta más. —Útil combinación con sus espadas ocultas—. Bueno, será mejor que apretemos el paso.
Y así, Daruu y Ayame cruzaron los campos de trigo y arroz, las escarpadas extensiones de rocas yermas de más allá, y caminaron sobre las aguas de varios lagos pequeños. Se refugiaron bajo un templo a Amenokami cuando la tormenta arreció, y pararon a comerse un sándwich más tarde, a los pies de un gran árbol, cuando amainó durante unos breves minutos. Hacia la mitad del día, la silueta de Shinogi-To se hizo ver al final del camino.
—Ya llegamos —dijo Daruu, señalando lo obvio—. Lo primero que deberíamos hacer es buscar un alojamiento para que nos sirva de piso franco; dejaremos allí las mochilas, nos refugiaremos cuando necesitemos descansar y pasaremos las noches que haga falta. Luego, buscaremos el dichoso mercado con olor a pescado. —Arrugó la nariz, visiblemente inconforme—. Y con mucho cuidado, trataremos de dilucidar cuál de los tugurios de los alrededores es la guarida de Naia.