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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Akame tenía absoluta razón. Absoluta. Ellas seguían en peligro. Al menos hasta que se confirmase que junto a aquella explosión, también estuviesen sus cadáveres. Pero eso no iba a suceder. Porque estaban vivas. Y eso era lo importante.

Nahana negó con la cabeza, pero no en negativa; sino en desconocimiento. Era incapaz de responder con certeza de si sus enemigos sabían de su relación con un Herrero del Estandarte del otro extremo del mapa.

—Ya te lo dije, hace tres días —cantó—. Nahana-sama, él regresará. ¿Por qué no mejor descansamos? dejemos que el tiempo se cierna sobre la duda y confiemos en Soroku-dono.

. . .

Estaba oscuro. Muy oscuro. Apenas un par de antorchas a punto de extinguirse alumbraban aquél agujero putrefacto, hediondo y mohoso. Paredes vetustas de piedra caliza componían ese diminuto tugurio, que se encontraba en una de las tumbas de Notsuba. Hacía un frío terrible, el suelo estaba compuesto de pura tierra húmeda y encharcada, y resultaba ser el paraíso perfecto para al menos una docena de ratas que iba y venía de cada agujero, con el fulgor de un par de pasos que rompió el absoluto silencio del interior.

La sombra de una enorme celda colgante de hierro macizo con traba de cinco cerraduras que la convertía en una cárcel digna de un torturador se mecía con el bailar de las llamas. En su interior, el cuerpo apretujado de un hombre sucio e hinchado por los golpes parecía estar acomodándose lo mejor posible, dejando que sus manos —una con sólo tres dedos. Dos de ellos parecían haber sido cortados recientemente por cómo lucían las heridas—. y piernas emergieran desde los pequeños agujeros que existían entre los barrotes.

Él pudo ver a su diestra la figura de un hombre alto. Nada más. La contra luz no permitía discernir de quién se trataba. A su lado, la silueta de alguien mucho más pequeño. Tenía el contorno de un niño de doce años a cálculo de ojo. Ambos veían. Contemplaban. Aprendían de los errores ajenos. Errores qué, se pagaban caro.

Muy caro.

Minutos más tarde, una voz ya madura acalló los quejidos del prisionero.

—¿Quién es él, tío?

Un traidor, sobrino, un traidor —su mano de sombra se extendió hacia el señalado—. pero no tienes porqué temer. Yo siempre estaré aquí para protegerte, Jagaimo-sama. A ti y a tu legítimo gobierno.

Las dos sombras se dieron vuelta. Un paso. Luego otro. Iban a abandonar la mazmorra.

Hasta que una voz ajena azotó el firmamento.

«¿Eh, Soroku? Soy Datsue. Al final las chicas están bien. Urami. Kita...

«¡AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH AHHHHHHHHHHHHHHHHH!»


El prisionero gritó, gritó con todas sus fuerzas. La única posibilidad de acallar la voz de Uchiha Datsue saliendo de aquél sello era gritando. ¡Tenía que hacerlo! ¡no podían escuchar, no ellos! siguió gimiendo. Siguió vociferando su alma hasta que se desgarró las cuerdas vocales y empezó a escupir sangre. Apoyó la cabeza sobre los barrotes, y lloró, mientras escuchaba el resto. Al menos había impedido que oyeran lo más importante.

...Nahana y Shinjaka. Todos bien. Vuelve ya tío, te están esperando impacientes...»

El hombre sonrió, de espalda. Y continuó caminando. Con la mente maquinándole a millón. Con las estratagemas listas para hacer pagar a quién debía pagar. A los Takoizu.

. . .

Durante una fría mañana de Despedida, Notsuba parecía verse más agitada de lo normal. Ese día todas las tabernas, hostales, armerías y demáses comercios de la Capital habían amanecido con un sustancioso puñado de panfletos pegados a sus ventanales y vidrieras, que por lo general eran distribuidos cuando a los gobernantes querían informar algo a sus ciudadanos o, en ocasiones muy esporádicas y puntuales; cuando la Familia Feudal decidía transmitir algún decreto oficial.

Un crío sucio que subsistía como ratero en los rincones más descuidados de Notsuba cogió uno de esos volantes y trató de leerlo. Lo primero que vio, fue el sello distintivo de los Kurawa.



Decreto Oficial #172 del Feudo de la familia Kurawa

土の国

Gobernantes del País de la Tierra

30 de Despedida del 218

La paz de nuestro país se ha visto perturbada por las acciones de un puñado de disidentes que han intentado atentar contra el legítimo reinado de nuestro Señor, Kurawa Jagaimo. Hemos descubierto un complot de quienes considerábamos nuestros aliados desde las épocas del viejo Oonindo, el linaje Herrero de los Tākoizu; para infiltrar agentes en nuestro ejército y así llevar a cabo un ataque premeditado hacia la pirámide de poder, en colaboración y con el asesoramiento de un ninja extranjero de identidad y paradero desconocido.

En su función de máximo gobernante de Tsuchi no kuni, y en víspera del bienestar de nuestros ciudadanos en todos los rincones de nuestro país, Lord Jagaimo decreta:

  • Todos los miembros de la Familia Tākoizu y los partícipes del complot serán considerados a partir de la fecha de ésta publicación personas Non Grata en todo los territorios de nuestro país y deberán rendir cuentas con la justicia en cuánto abandonen el exilio.

  • Sus títulos, tierras y posesiones serán absorbidas por el patrimonio feudal y pierden su status como familia noble. Serán penados con la muerte una vez lograda su captura.

  • El ninja, que responde al alias de Gūzen; contrae un precio por su cabeza de 両 9500 Ryō. Se adjunta un retrato hablado del hombre en cuestión y una descripción detallada de uno de los supervivientes al atentado de nuestros soldados en la Montaña del Peregrino.

    [Imagen: icDoDSX.png]


Bueno, hemos llegado a la epitome de esta historia. Un millón de gracias por participar y espero que la hayan pasado bien durante nuestra travesía, y que les haya gustado el cierre. Son libres de continuar si aún quieren ahondar en lo que necesiten, pero en vista de que la trama inició antes en la cronología, daremos por sentado que Soroku no vuelve. Lo que quiera Datsue hacer luego respecto a la noticia es cosa suya.

Un saludo, y hasta una próxima. Porque sé que la habrá. Después de todo, el Hierro no perdona ni olvida.
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Mensajes en este tema
RE: (B) La penumbra de Lady Tākoizu - por Umikiba Kaido - 25/04/2019, 00:24


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