25/04/2019, 02:50
—Siento muchísimo despertarle a estas horas, Hanabi-sama.
—Ujum, ujum... —vocalizó, mientras ocupaba aletargado el espacio donde usualmente estaba el sillón de cuero negro, aunque se mantuvo de pie. Katsudon se quedó postrado a su lado, con las manos atentas. No quería sorpresas.
—Hanabi-sama… Ehmm… Sí, eso. A ver, ¿recuerda la última vez que hablamos? Me pidió que reparase cuanto daño hubiese hecho. Incluyendo a los shinobis de Ame. No fue fácil, pero cumplí. Como ninja suyo que soy, cumplí. Hice las paces con Ayame y Daruu. No pregunte cómo, pero lo conseguí —oh, bueno, hasta aquí todo bien. No era una noticia que justificase que le sacaran de la cama a las tres de la mañana, pero para tratarse de Datsue el vengador pues mira que había que aplaudírselo. Hanabi acabó quitándose una lagaña del ojo derecho en medio del discurso y sonrió afable—. fue tal el éxito, Uzukage-sama, que me uní con ellos con el sello de la Hermandad Intrépida. Así podíamos avisarnos si uno de los dos se cruzaba con un General. Como con Juro.
—Pues, te felicito, Datsue. Has dado un gran paso. ¿Y entonces?
—Pues resulta que Ayame me habló esta noche. Hace apenas media hora me confirmó que se encontró con un exiliado de su Villa, Kaido. Y que junto a él estaba…
¿Amedama Daruu?
»Estaba…
¿Algún otro de esos cabrones de Dragón Rojo, los asesinos de Koko?
»Estaba…
»Estaba Uchiha Akame.
Silencio. Un silencio sepulcral fue la respuesta que recibió Datsue. Ese ligero atisbo de sonrisa que orgullosamente se había dibujado en el rostro del Uzukage, muy a pesar de las horas y de las circunstancias de aquél encuentro, se esfumó en segundos. En cambio quedó una cara pálida, una mirada lúgubre y ... un dolor emergente enlutando su colorida aura.
Había algo que se sentía en el aire. Datsue lo podía percibir como decepción. ¿En tan poca estima tenía Datsue la memoria de su Hermano como para jugar con algo así? ¿acaso le estaba tomando el puto pelo?
Hanabi era un hombre justo, noble y querido por mucha gente. Él lo pagaba con la misma moneda, y veía en todos y cada uno de sus ninjas a alguien de quien cuidar. A alguien por quien velar. Aún y cuando sintió en las épocas más turbias que Datsue y Akame parecían siempre complotar a su espalda, les quería. Aún estaba dolido por no haber podido evitar que Akame muriera de aquella forma, muy y a pesar de las circunstancias que habían acabado con su encierro en los calabozos. Aún rebalsaba de ira cuando recordaba esa risa jactándose de su pérdida.
Aún...
Aún...
El despacho tembló y de pronto se les hizo a todos más difícil respirar. Las orquídeas temieron el poder que, por un segundo, abandonó el cuerpo de Hanabi.Katsudon posó su mano sobre su líder, tembloroso.
—Hanabi-sama, por favor, contrólese...
Hanabi no había parpadeado desde entonces. Su mirada fija en Uchiha Datsue.
—Lo siento, Katsudon. Pero realmente creía que Datsue tenía más estima por la memoria de su Hermano. Al menos la suficiente como para no venir a contarme esta chorrada —¡a él!—. a mí, que sostuve su cadáver. Te lo entregué en regazo, Datsue. Lo tuviste entre tus brazos.
«Sabes que es imposible. Y aún así...
Cerró los ojos.
Uchiha Akame está muerto, muchacho. Será mejor que lo olvides.
—Ujum, ujum... —vocalizó, mientras ocupaba aletargado el espacio donde usualmente estaba el sillón de cuero negro, aunque se mantuvo de pie. Katsudon se quedó postrado a su lado, con las manos atentas. No quería sorpresas.
—Hanabi-sama… Ehmm… Sí, eso. A ver, ¿recuerda la última vez que hablamos? Me pidió que reparase cuanto daño hubiese hecho. Incluyendo a los shinobis de Ame. No fue fácil, pero cumplí. Como ninja suyo que soy, cumplí. Hice las paces con Ayame y Daruu. No pregunte cómo, pero lo conseguí —oh, bueno, hasta aquí todo bien. No era una noticia que justificase que le sacaran de la cama a las tres de la mañana, pero para tratarse de Datsue el vengador pues mira que había que aplaudírselo. Hanabi acabó quitándose una lagaña del ojo derecho en medio del discurso y sonrió afable—. fue tal el éxito, Uzukage-sama, que me uní con ellos con el sello de la Hermandad Intrépida. Así podíamos avisarnos si uno de los dos se cruzaba con un General. Como con Juro.
—Pues, te felicito, Datsue. Has dado un gran paso. ¿Y entonces?
—Pues resulta que Ayame me habló esta noche. Hace apenas media hora me confirmó que se encontró con un exiliado de su Villa, Kaido. Y que junto a él estaba…
¿Amedama Daruu?
»Estaba…
¿Algún otro de esos cabrones de Dragón Rojo, los asesinos de Koko?
»Estaba…
»Estaba Uchiha Akame.
Silencio. Un silencio sepulcral fue la respuesta que recibió Datsue. Ese ligero atisbo de sonrisa que orgullosamente se había dibujado en el rostro del Uzukage, muy a pesar de las horas y de las circunstancias de aquél encuentro, se esfumó en segundos. En cambio quedó una cara pálida, una mirada lúgubre y ... un dolor emergente enlutando su colorida aura.
Había algo que se sentía en el aire. Datsue lo podía percibir como decepción. ¿En tan poca estima tenía Datsue la memoria de su Hermano como para jugar con algo así? ¿acaso le estaba tomando el puto pelo?
Hanabi era un hombre justo, noble y querido por mucha gente. Él lo pagaba con la misma moneda, y veía en todos y cada uno de sus ninjas a alguien de quien cuidar. A alguien por quien velar. Aún y cuando sintió en las épocas más turbias que Datsue y Akame parecían siempre complotar a su espalda, les quería. Aún estaba dolido por no haber podido evitar que Akame muriera de aquella forma, muy y a pesar de las circunstancias que habían acabado con su encierro en los calabozos. Aún rebalsaba de ira cuando recordaba esa risa jactándose de su pérdida.
Aún...
Aún...
El despacho tembló y de pronto se les hizo a todos más difícil respirar. Las orquídeas temieron el poder que, por un segundo, abandonó el cuerpo de Hanabi.Katsudon posó su mano sobre su líder, tembloroso.
—Hanabi-sama, por favor, contrólese...
Hanabi no había parpadeado desde entonces. Su mirada fija en Uchiha Datsue.
—Lo siento, Katsudon. Pero realmente creía que Datsue tenía más estima por la memoria de su Hermano. Al menos la suficiente como para no venir a contarme esta chorrada —¡a él!—. a mí, que sostuve su cadáver. Te lo entregué en regazo, Datsue. Lo tuviste entre tus brazos.
«Sabes que es imposible. Y aún así...
Cerró los ojos.
Uchiha Akame está muerto, muchacho. Será mejor que lo olvides.