28/04/2019, 00:24
(Última modificación: 28/04/2019, 00:25 por Umikiba Kaido. Editado 1 vez en total.)
Todo se había ido a la mierda muy rápido. Los presos debían estar encerrados por algo: y es que una vez libres no se detendrían hasta conseguir la ansiada libertad. Y ahora, saboreándola tan cerca...
Kaido y Muñeca se separaron de Razaro y Tokore al tomar caminos distintos, ellos hacia la armería, y él hasta las escaleras que descendían hasta el segundo piso. El gyojin se movió con suma agilidad escalones abajo y pronto se encontró con una puerta impidiéndole el paso hacia el otro lado con un carcelero de edad avanzada "custodiando" la entrada.
Antes de que pudiera increpar a Kincho por su presencia en ese pasillo, el hombre cayó como plomo tras la ballesta que le habían clavado en la nunca.
Kincho arrugó el ceño y contempló de quién se trataba. Ese pelirrojo hijo de puta, él le tacleó, él le quitó la llave. Por su culpa todo se había puesto patas arriba.
—Muñeca, abre la puta puerta, prueba con tus llaves y róbales las suyas al viejo —dijo, mientras realizaba un sello como saeta—. y cierra cuando estés dentro. Yo pasaré con el Suika.
»¡Suiton, Suishōha!
Agua. El agua era como los presos. También, en espacios cerrados, debía buscar una salida. Esa gran masa de líquido cerúleo que arrojó desde sus fauces el carcelero pronto buscarían detener a los presos mientras el caudal inundase las escaleras mientras Masumi se dedicaba a hacer lo que le había pedido Kaido.
Kaido y Muñeca se separaron de Razaro y Tokore al tomar caminos distintos, ellos hacia la armería, y él hasta las escaleras que descendían hasta el segundo piso. El gyojin se movió con suma agilidad escalones abajo y pronto se encontró con una puerta impidiéndole el paso hacia el otro lado con un carcelero de edad avanzada "custodiando" la entrada.
Antes de que pudiera increpar a Kincho por su presencia en ese pasillo, el hombre cayó como plomo tras la ballesta que le habían clavado en la nunca.
Kincho arrugó el ceño y contempló de quién se trataba. Ese pelirrojo hijo de puta, él le tacleó, él le quitó la llave. Por su culpa todo se había puesto patas arriba.
—Muñeca, abre la puta puerta, prueba con tus llaves y róbales las suyas al viejo —dijo, mientras realizaba un sello como saeta—. y cierra cuando estés dentro. Yo pasaré con el Suika.
»¡Suiton, Suishōha!
Agua. El agua era como los presos. También, en espacios cerrados, debía buscar una salida. Esa gran masa de líquido cerúleo que arrojó desde sus fauces el carcelero pronto buscarían detener a los presos mientras el caudal inundase las escaleras mientras Masumi se dedicaba a hacer lo que le había pedido Kaido.