29/04/2019, 00:54
Uchiha Akame se regodeó en el miedo que supuraba aquel ninja por cada poro de su piel. Lo saboreó como si se tratase del mismísimo néctar de los dioses, de una verdad irrefutable e innegable que tenía ante sus propios ojos; la venganza se servía fría. Y sentaba bien, ¡muy bien! Akame el Profesional siempre había creído que la venganza era un mal negocio; un triunfo de los sentimientos sobre la razón. Algo impropio e indigno de cualquier shinobi que se preciase de llamarse como tal, pues el ninja debía ser frío y calculador en el ejercicio de su deber. Pero, ¿él? Él no era ningún ninja, ya no. Para desgracia de aquel Hōzuki que yacía tumbado sobre la cama, con el rostro desencajado de terror.
—Uchiha Akame está muerto, Chokichi-san —confirmó, como si quisiera tranquilizar a su víctima—. Yo sólo soy el Fantasma de Navidades Pasadas.
El exjōnin alzó un brazo con un movimiento rápido, como un rayo. La luz de la Luna arrancó destellos plateados a la hoja de su ninjatō cuando esta viajó, fugaz, por la habitación.
De la arteria abierta de Chokichi salió un chorro de sangre a presión, oscura y pegajosa, que manchó el rostro y las ropas del Uchiha. También la pared contigua y las sábanas. Akame lo observó impasible, con una sonrisa torcida en el rostro, mientras observaba la vida escapar a raudales de aquel que había sido su verdugo. Del que le había arrebatado su vida. Carraspeó con un sonido ronco y escupió un gargajo de tabaco sobre el cadáver de Hōzuki Chokichi, jōnin de Uzushiogakure no Sato.
—Púdrete en el Yomi, hijo de puta.
Envainó su ninjatō y salió de la habitación con unas rápidas zancadas. En apenas unos instantes llegó hasta la estancia principal, un comedor-cocina que conocía bien; allí había encontrado, tiempo ha, los documentos gráficos prohibidos del Hōzuki, prueba de su perversión con el objetivo. Akame encendió una tostadora eléctrica, tomó una revista que había sobre la encimera, la enrolló y la introdujo por la rendija del aparato. Luego se volteó hacia el horno de gas; giró todas las manijas hasta la posición de máxima apertura y abrió la portezuela del mismo. Un característico olor muy agrio empezó a inundar toda la estancia.
El Uchiha le dió un último vistazo a la puerta de la habitación dentro de la cual se desangraba el cadáver de Chokichi. Sonrió con amargura, y rabia, y veneno en la sangre. Las aspas de su Sharingan izquierdo se fundieron en una espiral, y chispas de chakra carmesí crepitaron a su alrededor.
—Uchiha Akame está muerto, Chokichi-san —confirmó, como si quisiera tranquilizar a su víctima—. Yo sólo soy el Fantasma de Navidades Pasadas.
El exjōnin alzó un brazo con un movimiento rápido, como un rayo. La luz de la Luna arrancó destellos plateados a la hoja de su ninjatō cuando esta viajó, fugaz, por la habitación.
¡Chas! ¡Fusssssss!
De la arteria abierta de Chokichi salió un chorro de sangre a presión, oscura y pegajosa, que manchó el rostro y las ropas del Uchiha. También la pared contigua y las sábanas. Akame lo observó impasible, con una sonrisa torcida en el rostro, mientras observaba la vida escapar a raudales de aquel que había sido su verdugo. Del que le había arrebatado su vida. Carraspeó con un sonido ronco y escupió un gargajo de tabaco sobre el cadáver de Hōzuki Chokichi, jōnin de Uzushiogakure no Sato.
—Púdrete en el Yomi, hijo de puta.
Envainó su ninjatō y salió de la habitación con unas rápidas zancadas. En apenas unos instantes llegó hasta la estancia principal, un comedor-cocina que conocía bien; allí había encontrado, tiempo ha, los documentos gráficos prohibidos del Hōzuki, prueba de su perversión con el objetivo. Akame encendió una tostadora eléctrica, tomó una revista que había sobre la encimera, la enrolló y la introdujo por la rendija del aparato. Luego se volteó hacia el horno de gas; giró todas las manijas hasta la posición de máxima apertura y abrió la portezuela del mismo. Un característico olor muy agrio empezó a inundar toda la estancia.
El Uchiha le dió un último vistazo a la puerta de la habitación dentro de la cual se desangraba el cadáver de Chokichi. Sonrió con amargura, y rabia, y veneno en la sangre. Las aspas de su Sharingan izquierdo se fundieron en una espiral, y chispas de chakra carmesí crepitaron a su alrededor.
Zzzzup.