30/04/2019, 22:14
Y Daruu se acercó entre tímidos pasitos e incomprensibles gruñidos a la barra. Ayame le siguió de cerca con una sonrisilla en los labios. ¡Qué tonto se ponía cuando sentía vergüenza!
—¡Hola! —habló el muchacho, tras aclararse la garganta—. No sé si nos hemos visto porque yo seguramente sería muy pequeño, pero soy Amedama Daruu, el hijo de Kiroe. Necesitábamos una habitación para pasar unos días indeterminados, y pensé que...
—Por Amenokami que estás en los cielos, ¿Daruu? —El tabernero, estupefacto, abrió los ojos como dos enormes platos—. ¡hostia, Daruu, es un placer! —exclamó, agitándole la mano hasta cuatro veces y con tanto entusiasmo que Daruu se vio fuertemente sacudido—. ¡Joder, pero si lo hubiera sabido, coño! ¡habría limpiado un poco, al menos! Señorita —saludó a Ayame con una respetuosa inclinación de cabeza que ella no tardó en corresponder—. Bienvenidos a la Bruma Negra. Mi nombre es Ginjo, Sabarashi Ginjo.
—Es un placer, señor Ginjo. Yo soy Aotsuki Ayame.
—E... encantado —contestó Daruu, masajeándose la mano roja dolorida—. Y no... no se preocupe. Yo lo veo limpio
—¿Cómo está ella, eh? hace eones que no la veo. Y la última vez que te vi todavía usabas pañales, ¡jajaja!
Ayame se tapó los labios, pero se le escapó una divertida mirada hacia el pobre Daruu, que parecía estar rogando por que se le tragara la tierra en aquel preciso instante y le rehuía la mirada continuamente.
—Je... je... Bien, bien... ella está bien. Escuche, Ginjo-san. Nece... necesitamos un sitio para quedarnos unos días. No sabemos cuántos, pero es importante. ¿Tiene una habitación para nosotros?
—¡Hola! —habló el muchacho, tras aclararse la garganta—. No sé si nos hemos visto porque yo seguramente sería muy pequeño, pero soy Amedama Daruu, el hijo de Kiroe. Necesitábamos una habitación para pasar unos días indeterminados, y pensé que...
—Por Amenokami que estás en los cielos, ¿Daruu? —El tabernero, estupefacto, abrió los ojos como dos enormes platos—. ¡hostia, Daruu, es un placer! —exclamó, agitándole la mano hasta cuatro veces y con tanto entusiasmo que Daruu se vio fuertemente sacudido—. ¡Joder, pero si lo hubiera sabido, coño! ¡habría limpiado un poco, al menos! Señorita —saludó a Ayame con una respetuosa inclinación de cabeza que ella no tardó en corresponder—. Bienvenidos a la Bruma Negra. Mi nombre es Ginjo, Sabarashi Ginjo.
—Es un placer, señor Ginjo. Yo soy Aotsuki Ayame.
—E... encantado —contestó Daruu, masajeándose la mano roja dolorida—. Y no... no se preocupe. Yo lo veo limpio
—¿Cómo está ella, eh? hace eones que no la veo. Y la última vez que te vi todavía usabas pañales, ¡jajaja!
Ayame se tapó los labios, pero se le escapó una divertida mirada hacia el pobre Daruu, que parecía estar rogando por que se le tragara la tierra en aquel preciso instante y le rehuía la mirada continuamente.
—Je... je... Bien, bien... ella está bien. Escuche, Ginjo-san. Nece... necesitamos un sitio para quedarnos unos días. No sabemos cuántos, pero es importante. ¿Tiene una habitación para nosotros?