1/05/2019, 17:40
—¿Por qué siempre a nosotros, Hanabi-sama? —dijo Datsue, abnegado. Hanabi había estado haciéndose la misma pregunta. ¿Cuál había sido su pecado? ¿acaso les consideraban los más débiles? ¿los más endebles?.. si era así, eso había que remediarlo—. ¿Por qué?
—Quizás, nuestros enemigos nos consideran los más débiles por pregonar la paz como lo hemos hecho desde tiempos inmemorables. Que no somos capaces de proteger a los nuestros —su mano derecha se posó en el hombro de Datsue—. pero les vamos a demostrar cuán equivocados están, Datsue. Te lo prometo. Por Shiona-sama y su memoria, pronto entenderán que un árbol de cerezo puede que sea hermoso a la vista, pero su corteza no cede tan fácilmente. Seremos fuertes. Seremos implacables. No nos dejaremos vencer.
—No nos dejaremos vencer...
Una resolución inhumana se encendió en el interior de Hanabi. En el de Katsudon. En el propio Datsue. Uzushiogakure no iba a ser el juguete de nadie. Los culpables, pagarían por sus ofensas.
Todos y cada uno de ellos.
Un día más tarde, la Aldea entera se encontraba en velo. El barrio de las Flores permaneció clausurado, y fueron puestos en marcha programas de reubicación de los afectados por la explosión. Equipos de investigación continuaban en la escena realizando las averiguaciones pertinentes y los turnos de los equipos de Barrera habían sido doblados, con la activación de la alerta máxima.
El edificio del Uzukage estaba más concurrido que nunca. Abarrotado de gente cumpliendo funciones a la par de variadas, cargando papeles, y vigilando.
Eran alrededor de las tres de la tarde. Hanabi había llegado a una sala del segundo piso donde solía hacer reuniones extraordinarias con los Sabios y sus más allegados. Estaba ocupada por Katsudon, él, y el más reciente invitado; Uchiha Datsue.
Lucía cansado. Resultaba evidente que no había podido dormir nada.
En sus manos, una carpeta engrosada de papeles.
—Quizás, nuestros enemigos nos consideran los más débiles por pregonar la paz como lo hemos hecho desde tiempos inmemorables. Que no somos capaces de proteger a los nuestros —su mano derecha se posó en el hombro de Datsue—. pero les vamos a demostrar cuán equivocados están, Datsue. Te lo prometo. Por Shiona-sama y su memoria, pronto entenderán que un árbol de cerezo puede que sea hermoso a la vista, pero su corteza no cede tan fácilmente. Seremos fuertes. Seremos implacables. No nos dejaremos vencer.
—No nos dejaremos vencer...
Una resolución inhumana se encendió en el interior de Hanabi. En el de Katsudon. En el propio Datsue. Uzushiogakure no iba a ser el juguete de nadie. Los culpables, pagarían por sus ofensas.
Todos y cada uno de ellos.
* * *
Un día más tarde, la Aldea entera se encontraba en velo. El barrio de las Flores permaneció clausurado, y fueron puestos en marcha programas de reubicación de los afectados por la explosión. Equipos de investigación continuaban en la escena realizando las averiguaciones pertinentes y los turnos de los equipos de Barrera habían sido doblados, con la activación de la alerta máxima.
El edificio del Uzukage estaba más concurrido que nunca. Abarrotado de gente cumpliendo funciones a la par de variadas, cargando papeles, y vigilando.
Eran alrededor de las tres de la tarde. Hanabi había llegado a una sala del segundo piso donde solía hacer reuniones extraordinarias con los Sabios y sus más allegados. Estaba ocupada por Katsudon, él, y el más reciente invitado; Uchiha Datsue.
Lucía cansado. Resultaba evidente que no había podido dormir nada.
En sus manos, una carpeta engrosada de papeles.