5/05/2019, 00:31
(Última modificación: 5/05/2019, 00:32 por Aotsuki Ayame.)
Daruu, imitándola, se agachó junto a la pata de otra de las patas de la cama y la marcó con su Caramelo.
—Voy un momento a decirle algo a Ginjo, anda. Lo necesitamos de buen humor —dijo Daruu—. Vete investigando la habitación, mira a ver posibles entradas y salidas que podamos dejar abiertas, si da a la calle, de qué disponemos para cocinar y refrigerar... esas cosas.
—Sí, señor — respondió Ayame, con un burlesco saludo militar.
Su compañero salió de la habitación tras tomar la llave y Ayame se dedicó a desplegar su mayor cualidad: el cotilleo. Primero se dirigió al habitáculo que hacía las veces de cocina: con un tornillo eléctrico, una tetera y un termo. Abrió todos los cajones que encontró, buscando encontrar lo que escondían y ver qué podrían utilizar o qué necesitarían comprar para pasar los siguientes días allí. Hizo lo mismo con la habitación y el baño, una exhaustiva investigación buscando cualquier tipo de escondrijo que pudiera contener algo de utilidad. Y, finalmente, la ventana. Ayame ya se había fijado en que daba al Callejón de las Luces, así que no esperaba encontrar nada nuevo. Pero nunca estaba de más echar un segundo vistazo, ¿no?
—Voy un momento a decirle algo a Ginjo, anda. Lo necesitamos de buen humor —dijo Daruu—. Vete investigando la habitación, mira a ver posibles entradas y salidas que podamos dejar abiertas, si da a la calle, de qué disponemos para cocinar y refrigerar... esas cosas.
—Sí, señor — respondió Ayame, con un burlesco saludo militar.
Su compañero salió de la habitación tras tomar la llave y Ayame se dedicó a desplegar su mayor cualidad: el cotilleo. Primero se dirigió al habitáculo que hacía las veces de cocina: con un tornillo eléctrico, una tetera y un termo. Abrió todos los cajones que encontró, buscando encontrar lo que escondían y ver qué podrían utilizar o qué necesitarían comprar para pasar los siguientes días allí. Hizo lo mismo con la habitación y el baño, una exhaustiva investigación buscando cualquier tipo de escondrijo que pudiera contener algo de utilidad. Y, finalmente, la ventana. Ayame ya se había fijado en que daba al Callejón de las Luces, así que no esperaba encontrar nada nuevo. Pero nunca estaba de más echar un segundo vistazo, ¿no?