5/05/2019, 20:46
(Última modificación: 5/05/2019, 20:46 por Aotsuki Ayame.)
La mueca de asco que le dirigió Daruu fue todo un poema, y Ayame no pudo evitar soltar una risilla. Ella no tenía ningún problema con el atún, de hecho le gustaba bastante, pero tampoco consideraba una buena idea estar alimentándose de latas aceitosas durante varios días. Esa había sido una de las razones por las que había bajado a hablar con Daruu en lugar de esperarle arriba, la otra...
—Ah pues, con eso tampoco vais a tener problema —habló Ginjo—. Shinogi-To tiene grandes mercados públicos repartidos por toda la ciudad. Conseguirás mejores precios en los que están más hacia al sur, en los barrios más... turbulentos, aunque la calidad desmejora un poco. Eso sí, id de día, y no parloteéis demasiado. La gente aquí se pone muy nerviosa con rostros poco familiares.
—Afortunadamente habrá muchos tipos de comida... —intervino Daruu, con una sonrisa tensa. Entonces se dio la vuelta de nuevo hacia el tabernero y recortó las distancias para bajar el tono de voz—. Y hablando de eso, ya has visto que el pescado me desagrada bastante. Dime, Ginjo. Por la Lluvia que cae, si yo quisiera mantenerme alejado de un mercado por su olor, ¿a cuál no me aconsejarías acercarme por nada del mundo?
«Bingo.» Pensó Ayame, victoriosa, volviéndose con interés hacia Ginjo.
Esa había sido la segunda razón, tender un puente para realizar aquella pregunta sin levantar sospechas innecesarias. El atún le había dado una bonita excusa para ello.
—Ah pues, con eso tampoco vais a tener problema —habló Ginjo—. Shinogi-To tiene grandes mercados públicos repartidos por toda la ciudad. Conseguirás mejores precios en los que están más hacia al sur, en los barrios más... turbulentos, aunque la calidad desmejora un poco. Eso sí, id de día, y no parloteéis demasiado. La gente aquí se pone muy nerviosa con rostros poco familiares.
—Afortunadamente habrá muchos tipos de comida... —intervino Daruu, con una sonrisa tensa. Entonces se dio la vuelta de nuevo hacia el tabernero y recortó las distancias para bajar el tono de voz—. Y hablando de eso, ya has visto que el pescado me desagrada bastante. Dime, Ginjo. Por la Lluvia que cae, si yo quisiera mantenerme alejado de un mercado por su olor, ¿a cuál no me aconsejarías acercarme por nada del mundo?
«Bingo.» Pensó Ayame, victoriosa, volviéndose con interés hacia Ginjo.
Esa había sido la segunda razón, tender un puente para realizar aquella pregunta sin levantar sospechas innecesarias. El atún le había dado una bonita excusa para ello.