9/05/2019, 22:29
—Qué rara te noto la voz, coño, Kuzauchi —replicó Daruu, dándole un codazo a Ayame, que no tardó en darse cuenta de su error y trató de enmendarlo con varias toses.
—Debo estar pillando un resfriado —se corrigió.
—No, pero tienes razón. Vamos a buscar ese rico mercado de pescado del que tan bien nos hablaron en Coladragón.
Ella se contuvo de esbozar una sonrisa. Kuzauchi, tal y como la había bautizado Daruu segundos antes, no era una mujer que sonriera. Sólo sabía poner cara de asco.
—Tú y tu dichoso pescado. Espero que esa lubina valga tanto la pena como dices... Sakana —respondió, con toda la malicia del mundo.
Ayame olfateó el aire discretamente. Si, tal y como les habían asegurado, ese mercado apestaba tanto a pescado, el olor debería comenzar a notarse antes de llegar siquiera a él.
—Debo estar pillando un resfriado —se corrigió.
—No, pero tienes razón. Vamos a buscar ese rico mercado de pescado del que tan bien nos hablaron en Coladragón.
Ella se contuvo de esbozar una sonrisa. Kuzauchi, tal y como la había bautizado Daruu segundos antes, no era una mujer que sonriera. Sólo sabía poner cara de asco.
—Tú y tu dichoso pescado. Espero que esa lubina valga tanto la pena como dices... Sakana —respondió, con toda la malicia del mundo.
Ayame olfateó el aire discretamente. Si, tal y como les habían asegurado, ese mercado apestaba tanto a pescado, el olor debería comenzar a notarse antes de llegar siquiera a él.