10/05/2019, 23:19
Según siguieron caminando, Ayame y Daruu fueron abandonando las multitudes y se adentraron en otras calles menos concurridas y más calmadas... aunque igual de inquietantes, a opinión de la kunoichi transformada. De hecho, según el aroma del mar y del pescado comenzaba a inundar sus fosas nasales, hubo un momento que vio por el rabillo del ojo una sombra, veloz como una saeta, saliendo a toda velocidad de una caseta de metal cercana.
«Oh, no...» Pensó, al darse cuenta de que aquella silueta no era sino uno de los gatos de Daruu, que había salido despavorido, huyendo de la ira de un hombre que le perseguía con un enorme cuchillo en la mano. Ayame respiró hondo, tratando de calmar el súbito deseo de ir a socorrer al pequeño animal . «Tranquila... sabrá escapar. Es un gato después de todo...»
En todo caso, enseguida reparó en el peculiar edificio, en el que se amontonaban grandes cajas con hielo alrededor de las cuales se agolpaban tres hombres que parecían estar cortando pescado,y otros tantos fumando y murmurando entre sí. Ayame notó que alguno de ellos miraba a su alrededor con cierto recelo. Aunque la kunoichi ni siquiera estuvo segura de si concederle mayor importancia a aquel hecho. No eran pocas las personas que se comportaban de forma similar en las calles de Shinogi-to. Sus propias transformaciones eran la prueba viviente de ello.
—Kozauchi, quizás nos hemos equivocado de sitio. ¿Giramos a la izquierda? —le sorprendió la voz modificada de Daruu.
Ella le miró, interrogante. Una parte de ella no se terminaba de acostumbrar a ser llamada de esa manera.
—Como quieras, Sakana —le respondió en voz baja—. A no ser que prefieras preguntar a esos amables pescaderos.
«Oh, no...» Pensó, al darse cuenta de que aquella silueta no era sino uno de los gatos de Daruu, que había salido despavorido, huyendo de la ira de un hombre que le perseguía con un enorme cuchillo en la mano. Ayame respiró hondo, tratando de calmar el súbito deseo de ir a socorrer al pequeño animal . «Tranquila... sabrá escapar. Es un gato después de todo...»
En todo caso, enseguida reparó en el peculiar edificio, en el que se amontonaban grandes cajas con hielo alrededor de las cuales se agolpaban tres hombres que parecían estar cortando pescado,y otros tantos fumando y murmurando entre sí. Ayame notó que alguno de ellos miraba a su alrededor con cierto recelo. Aunque la kunoichi ni siquiera estuvo segura de si concederle mayor importancia a aquel hecho. No eran pocas las personas que se comportaban de forma similar en las calles de Shinogi-to. Sus propias transformaciones eran la prueba viviente de ello.
—Kozauchi, quizás nos hemos equivocado de sitio. ¿Giramos a la izquierda? —le sorprendió la voz modificada de Daruu.
Ella le miró, interrogante. Una parte de ella no se terminaba de acostumbrar a ser llamada de esa manera.
—Como quieras, Sakana —le respondió en voz baja—. A no ser que prefieras preguntar a esos amables pescaderos.