13/05/2019, 15:16
Pero Daruu no le respondió con palabras. La agarró del brazo bruscamente y la arrastró hasta un callejón solitario. Allí no pudo aguantarlo por más tiempo, y arqueó el cuerpo para vomitar todo lo que tenía en el estómago. Ayame no pudo hacer otra cosa que apartar la mirada, con una ligera aprensión. Después de todo aquello, era un auténtico milagro que Daruu hubiese conseguido mantener su transformación intacta.
—¿Estás bien...? —le preguntó.
Pero, nuevamente, no recibió más que el silencio por respuesta. Daruu había vuelto a entrelazar las manos, y se transformó en una mujer de cabellos lisos y castaños, ojillos como botones y que vestía una capa granate.
Y Ayame le dirigió una mirada interrogante.
—¿Qué estás...? —comenzó a preguntar.
—Soy Yamatsuki, encantada. ¿Quién eres tú? —la cortó él, antes de acercarse más a ella para añadir en un susurro—: Los de la pescadería antes nos estaban mirando demasiado. Será mejor que nos cambiemos de disfraz antes de entrar a donde quiera que hayas visto a entrar a esa harpía.
—Oh... Tienes toda la razón entonces —respondió, y a medida que hablaba ella misma se transmutó en un hombre alto y espigado que vestía una desgastada capa oscura y un kasa que ocultaba parcialmente sus rasgos pero dejaba a la vista una graciosa perilla de chivo—. Mi nombre es Ariba, señorita —se presentó, con una ligera reverencia, antes de añadir en un susurro—: Aunque creo que te quedaba mejor Sakana —le guiñó un ojo oscuro, torpemente. Una vez pasada la broma, Ayame, ahora Ariba, señaló en la dirección en la que le había parecido ver a la mujer, a la supuesta Náyade—. Por allí. Creo que antes de entrar directamente deberíamos echar un vistazo por el exterior, no sabemos lo que nos vamos a encontrar.
—¿Estás bien...? —le preguntó.
Pero, nuevamente, no recibió más que el silencio por respuesta. Daruu había vuelto a entrelazar las manos, y se transformó en una mujer de cabellos lisos y castaños, ojillos como botones y que vestía una capa granate.
Y Ayame le dirigió una mirada interrogante.
—¿Qué estás...? —comenzó a preguntar.
—Soy Yamatsuki, encantada. ¿Quién eres tú? —la cortó él, antes de acercarse más a ella para añadir en un susurro—: Los de la pescadería antes nos estaban mirando demasiado. Será mejor que nos cambiemos de disfraz antes de entrar a donde quiera que hayas visto a entrar a esa harpía.
—Oh... Tienes toda la razón entonces —respondió, y a medida que hablaba ella misma se transmutó en un hombre alto y espigado que vestía una desgastada capa oscura y un kasa que ocultaba parcialmente sus rasgos pero dejaba a la vista una graciosa perilla de chivo—. Mi nombre es Ariba, señorita —se presentó, con una ligera reverencia, antes de añadir en un susurro—: Aunque creo que te quedaba mejor Sakana —le guiñó un ojo oscuro, torpemente. Una vez pasada la broma, Ayame, ahora Ariba, señaló en la dirección en la que le había parecido ver a la mujer, a la supuesta Náyade—. Por allí. Creo que antes de entrar directamente deberíamos echar un vistazo por el exterior, no sabemos lo que nos vamos a encontrar.