19/05/2019, 00:17
(Última modificación: 19/05/2019, 00:17 por Aotsuki Ayame.)
—Es sobre la grandota, también, señor —asintió el felino, moviendo las orejas—. Dimos con ella tras escuchar la conversación de un grupo de comerciantes que decían estar esperando a una de las Náyade. Poco después llegó la enorme mujer morena y charlaron un poco. No pudimos escuchar demasiado, ella estaba muy atenta y no habríamos tenido oportunidad contra esa hacha que lleva. Pero llegamos a oír lo más importante, señor —añadió—. Hablaban de que en dos días les llega nueva mercancía y que debían ir preparando todo para el transporte habitual.
—Nuevos dojutsu... —concretó Ayame, frunciendo el ceño. Lo que no terminaba de comprender era lo del transporte habitual...
—Intuyo que tienen una especie de sistema de transporte para lo que sea que estén esperando recibir que les permita esquivar la guardia que vigila las entradas oficiales a la capital —continuó, como si le hubiese leído el pensamiento—. Intercambiaron los puntos de encuentro. Cinco de la mañana del Tsuchiyōbi, en los Campos de Trigo que hay al este, tras los muros.
Ayame le dirigió una elocuente mirada a Daruu. Todo apuntaba a que aquel sería su próximo destino.
—Luego de finiquitar los detalles, cada quién cogió su camino. Yo seguí a la mujer, hasta esa Taberna, señor. Y ellos a los dos hombres.
«Y después nos encontramos nosotros con ella...»
—Sabemos dónde se ocultan, si le sirve de algo, Daruu-sama.
—Espera un segundo, mucha información para procesar —respondió el Chuunin, rascándose la barbilla con gesto meditativo—. Claro, Zina-kun, toda la información es relevante ahora mismo. Y esa es muy relevante.
Ayame asintió, dándole la razón a su superior. Toda la información que pudieran recolectar y utilizar sería vital para el éxito de su misión...
Y su supervivencia.
—Nuevos dojutsu... —concretó Ayame, frunciendo el ceño. Lo que no terminaba de comprender era lo del transporte habitual...
—Intuyo que tienen una especie de sistema de transporte para lo que sea que estén esperando recibir que les permita esquivar la guardia que vigila las entradas oficiales a la capital —continuó, como si le hubiese leído el pensamiento—. Intercambiaron los puntos de encuentro. Cinco de la mañana del Tsuchiyōbi, en los Campos de Trigo que hay al este, tras los muros.
Ayame le dirigió una elocuente mirada a Daruu. Todo apuntaba a que aquel sería su próximo destino.
—Luego de finiquitar los detalles, cada quién cogió su camino. Yo seguí a la mujer, hasta esa Taberna, señor. Y ellos a los dos hombres.
«Y después nos encontramos nosotros con ella...»
—Sabemos dónde se ocultan, si le sirve de algo, Daruu-sama.
—Espera un segundo, mucha información para procesar —respondió el Chuunin, rascándose la barbilla con gesto meditativo—. Claro, Zina-kun, toda la información es relevante ahora mismo. Y esa es muy relevante.
Ayame asintió, dándole la razón a su superior. Toda la información que pudieran recolectar y utilizar sería vital para el éxito de su misión...
Y su supervivencia.