19/05/2019, 23:57
Daruu no respondió a su pregunta, pero Ayame no insistió en ello. Ya pensarían en los detalles cuando estuvieran con las manos en la masa.
Juntos se escabulleron hasta el callejón donde los felinos de Daruu aguardaban, expectantes. Sin mediar palabra, el chunin hizo uso de la Técnica de Transformación para transmutarse en un hombre de mediana edad, de ojos verdes y afilados como navajas que lucía dos pesados pendientes de esmeraldas en sus orejas, deformadas por el peso de las joyas.
—Ya estoy. Guiadnos —dijo, antes de echar una despectiva mirada a Ayame, como si no fuera más que una pobre pordioseros de la calle—: Bueno, cuando esta... vulgar... se arregle como los dioses mandan.
Ayame sacudió la cabeza, con orgullo herido, e imitando los sellos de manos de su compañero, ella misma se transformó en una mujer alta y escuálida, de cabellos dorados como rayos de sol rizados de forma artificial y gafas tintadas que ocultaban sus ojos.
—Cuida esa lengua, querido —le espetó, sacudiendo una mano cargada de pesados anillos para golpearle con suavidad en el pecho—. Creo que se te debe haber metido uno de esos pelos que me llevas.
Juntos se escabulleron hasta el callejón donde los felinos de Daruu aguardaban, expectantes. Sin mediar palabra, el chunin hizo uso de la Técnica de Transformación para transmutarse en un hombre de mediana edad, de ojos verdes y afilados como navajas que lucía dos pesados pendientes de esmeraldas en sus orejas, deformadas por el peso de las joyas.
—Ya estoy. Guiadnos —dijo, antes de echar una despectiva mirada a Ayame, como si no fuera más que una pobre pordioseros de la calle—: Bueno, cuando esta... vulgar... se arregle como los dioses mandan.
Ayame sacudió la cabeza, con orgullo herido, e imitando los sellos de manos de su compañero, ella misma se transformó en una mujer alta y escuálida, de cabellos dorados como rayos de sol rizados de forma artificial y gafas tintadas que ocultaban sus ojos.
—Cuida esa lengua, querido —le espetó, sacudiendo una mano cargada de pesados anillos para golpearle con suavidad en el pecho—. Creo que se te debe haber metido uno de esos pelos que me llevas.