23/05/2019, 08:19
(Última modificación: 23/05/2019, 08:20 por Aotsuki Ayame.)
Ayame frunció el ceño. Watanabe se resistía a hablar, su mente no era tan vulnerable a las técnicas ilusorias de Ayame como ambos shinobi habían previsto, y la kunoichi se vio obligada a frunció los labios y forcejear en un tira y afloja mental buscando algún resultado.
Al fin, tras varios decisivos segundos, Ayame venció.
—Sí, yo trabajo para las... —comenzó a hablar, y se interrumpió de golpe.
Ayame le miró interrogante, esperando que continuara su respuesta. Pero ese momento nunca llegó. Watanabe se había quedado tan rígido como una estaca, y aunque sus labios se movían, ningún sonido salía de su boca. Era como si algo le impidiera hablar, como si algo bloqueara sus cuerdas vocales.
«¿Qué narices está pasando?» Se preguntó Ayame, tan extrañada como cabía estarlo en aquella situación. Nunca se había encontrado un caso así. Ante el influjo de su Genjutsu, la gente hablaba y respondía al interrogatorio o se resistía a él. Sólo cabían esas dos opciones. No debería haber una tercera opción. No debía haber nada intermedio.
A no ser que...
—D... Eien... —llamó a su compañero, sin deshacer aún la técnica. Una gota de sudor frío resbalaba por su frente, fruto del esfuerzo que estaba haciendo—. Creo que un tercero interfiere en mi técnica. Alguien ha debido proteger la información sobre las Náyades... y seguramente hayan sido ellas mismas.
¿Quién si no? Lo único que había conseguido sonsacarle era la confirmación de que Watanabe trabajaba para aquel grupo de víboras, y dudaba que él mismo tuviera la habilidad como para proteger su mente de un intrusismo así.
—¿Qué hacemos?
Al fin, tras varios decisivos segundos, Ayame venció.
—Sí, yo trabajo para las... —comenzó a hablar, y se interrumpió de golpe.
Ayame le miró interrogante, esperando que continuara su respuesta. Pero ese momento nunca llegó. Watanabe se había quedado tan rígido como una estaca, y aunque sus labios se movían, ningún sonido salía de su boca. Era como si algo le impidiera hablar, como si algo bloqueara sus cuerdas vocales.
«¿Qué narices está pasando?» Se preguntó Ayame, tan extrañada como cabía estarlo en aquella situación. Nunca se había encontrado un caso así. Ante el influjo de su Genjutsu, la gente hablaba y respondía al interrogatorio o se resistía a él. Sólo cabían esas dos opciones. No debería haber una tercera opción. No debía haber nada intermedio.
A no ser que...
—D... Eien... —llamó a su compañero, sin deshacer aún la técnica. Una gota de sudor frío resbalaba por su frente, fruto del esfuerzo que estaba haciendo—. Creo que un tercero interfiere en mi técnica. Alguien ha debido proteger la información sobre las Náyades... y seguramente hayan sido ellas mismas.
¿Quién si no? Lo único que había conseguido sonsacarle era la confirmación de que Watanabe trabajaba para aquel grupo de víboras, y dudaba que él mismo tuviera la habilidad como para proteger su mente de un intrusismo así.
—¿Qué hacemos?