24/05/2019, 19:19
—¡Ay, ay! —gimió Daruu, que acababa de pegarse otro coscorrón contra el somier de la cama. Suerte tendría si no le acababa saliendo un bonito y abultado chichón—. ¿¡Zina, qué pasa!? —preguntó, reincorporándose a toda prisa—. Vamos, Ayame, se acabó el perfil bajo —comandó, antes de acercarse al felino—. ¿Dónde está Kiri, está en peligro? ¡¡Llevanos allá!! Iremos por el tejado.
—Kiri-kun está bien —respondió Zina—. Vimos salir al comerciante de los establos y pensó que seguirlo podía ser importante para vuestra misión. Me pidió que os avisase mientras él le seguía el rastro hacia el sur. ¡Vamos!
Daruu y Ayame volvieron a salir por la ventana y siguieron de cerca a Zina. En aquella ocasión no tomaron las laberínticas calles de Shinogi-to, sino que prefirieron tomar altura y deslizarse por los tejados a toda velocidad.
«Espera... se está dirigiendo al sur...» Pensó Ayame, frunciendo ligeramente el ceño. La morada de Watanabe se encontraba al este, no al sur. De hecho fue al sur donde fueron ellos el día anterior, precisamente a... La kunoichi palideció al pensarlo. «¿Puede ser que Watanabe vaya a...?»
Zina terminó por detenerse sobre una suerte de tejado cóncavo y maulló suavemente. Y los dos shinobi, tras deslizarse junto al felino y ocultarse debidamente, no tardaron en descubrir el por qué: Por debajo de ellos, Watanabe Ooyu caminaba tranquilamente en dirección a la plaza. Tres manzanas le separaban de su destino.
—Joder, si tuviéramos algo con lo que matarlo sigilosamente y a distancia... —murmuró Daruu junto a ella.
Y Ayame bajó la cabeza y se miró las manos, temblorosas.
—Yo... lo tengo... —confesó, con un hilo de voz. Pero apretó las manos en sendos puños y miró a su compañero con lágrimas implorantes en los ojos—. Pero Daruu... N... no sabemos de verdad si va a avisar a las Náyades o no... Si fuera hacia el Mercado quizás podría ser posible, pero está yendo hacia la plaza y no parece ni siquiera nervioso... Quizás... quizás... sólo esté dando un paseo...
A aquellas alturas de la historia, Ayame ya se había enfrentado a múltiples peligros y se había visto obligada a defender su propia vida en numerosas ocasiones. Pero ejecutar de aquella forma tan directa a una persona, por la espalda, silenciosamente... sin siquiera sospechar que una guillotina pendía sobre su cuello...
¡No podía hacer algo así! ¡Y menos con la posibilidad de que aquel hombre fuera inocente! ¿Cómo podría perdonárselo de ser así? ¿Cómo se limpiaría su sangre de sus manos? ¿Cómo...?
—Kiri-kun está bien —respondió Zina—. Vimos salir al comerciante de los establos y pensó que seguirlo podía ser importante para vuestra misión. Me pidió que os avisase mientras él le seguía el rastro hacia el sur. ¡Vamos!
Daruu y Ayame volvieron a salir por la ventana y siguieron de cerca a Zina. En aquella ocasión no tomaron las laberínticas calles de Shinogi-to, sino que prefirieron tomar altura y deslizarse por los tejados a toda velocidad.
«Espera... se está dirigiendo al sur...» Pensó Ayame, frunciendo ligeramente el ceño. La morada de Watanabe se encontraba al este, no al sur. De hecho fue al sur donde fueron ellos el día anterior, precisamente a... La kunoichi palideció al pensarlo. «¿Puede ser que Watanabe vaya a...?»
Zina terminó por detenerse sobre una suerte de tejado cóncavo y maulló suavemente. Y los dos shinobi, tras deslizarse junto al felino y ocultarse debidamente, no tardaron en descubrir el por qué: Por debajo de ellos, Watanabe Ooyu caminaba tranquilamente en dirección a la plaza. Tres manzanas le separaban de su destino.
—Joder, si tuviéramos algo con lo que matarlo sigilosamente y a distancia... —murmuró Daruu junto a ella.
Y Ayame bajó la cabeza y se miró las manos, temblorosas.
—Yo... lo tengo... —confesó, con un hilo de voz. Pero apretó las manos en sendos puños y miró a su compañero con lágrimas implorantes en los ojos—. Pero Daruu... N... no sabemos de verdad si va a avisar a las Náyades o no... Si fuera hacia el Mercado quizás podría ser posible, pero está yendo hacia la plaza y no parece ni siquiera nervioso... Quizás... quizás... sólo esté dando un paseo...
A aquellas alturas de la historia, Ayame ya se había enfrentado a múltiples peligros y se había visto obligada a defender su propia vida en numerosas ocasiones. Pero ejecutar de aquella forma tan directa a una persona, por la espalda, silenciosamente... sin siquiera sospechar que una guillotina pendía sobre su cuello...
¡No podía hacer algo así! ¡Y menos con la posibilidad de que aquel hombre fuera inocente! ¿Cómo podría perdonárselo de ser así? ¿Cómo se limpiaría su sangre de sus manos? ¿Cómo...?