24/05/2019, 19:38
Daruu rompió el contacto visual con ella y bajó la cabeza, con los ojos entrecerrados.
Y Ayame supo bien lo que venía a continuación, aún antes de que él hablara:
—Nuestra misión está comprometida —dijo, con un tono tan frío e impersonal que por un momento Ayame vio en él a otra figura familiar—. Correr un riesgo en esta misión es poner en peligro nuestra vida, y la de mamá. ¿Quieres ser un día chuunin? Haz lo necesario para cumplir tu misión. Mátalo. Es una orden.
Una garra oprimió el corazón de Ayame y lo estrujó hasta hacer que se retorciera de dolor. "No puedes estar haciéndome esto", decía su mirada, muda. Y una única lágrima se deslizó por la mejilla de la muchacha, que miraba boquiabierta a su compañ... No. A su superior, como él mismo se había encargado de recordarle. Apretando las mandíbulas, la kunoichi volvió la cabeza al frente y alzó una mano temblorosa. Dedo índice extendido hacia el centro del pecho de Watanabe y pulgar estirado hacia arriba, como una burda pistola de juguete.
Claro que aquella pistola poco tenía de juguete.
—A sus órdenes... Amedama-san —farfulló, y tragó saliva.
Una diminuta bala de agua se desprendió de la punta de su dedo índice y se dirigió a toda velocidad hacia su objetivo.
Precisamente aquella técnica. La técnica que su tío Karoi le había enseñado recientemente... ¿Quién le habría dicho que uno de sus primeros usos sería para matar a alguien?
Y Ayame supo bien lo que venía a continuación, aún antes de que él hablara:
—Nuestra misión está comprometida —dijo, con un tono tan frío e impersonal que por un momento Ayame vio en él a otra figura familiar—. Correr un riesgo en esta misión es poner en peligro nuestra vida, y la de mamá. ¿Quieres ser un día chuunin? Haz lo necesario para cumplir tu misión. Mátalo. Es una orden.
Una garra oprimió el corazón de Ayame y lo estrujó hasta hacer que se retorciera de dolor. "No puedes estar haciéndome esto", decía su mirada, muda. Y una única lágrima se deslizó por la mejilla de la muchacha, que miraba boquiabierta a su compañ... No. A su superior, como él mismo se había encargado de recordarle. Apretando las mandíbulas, la kunoichi volvió la cabeza al frente y alzó una mano temblorosa. Dedo índice extendido hacia el centro del pecho de Watanabe y pulgar estirado hacia arriba, como una burda pistola de juguete.
Claro que aquella pistola poco tenía de juguete.
—A sus órdenes... Amedama-san —farfulló, y tragó saliva.
¡BAM!
Una diminuta bala de agua se desprendió de la punta de su dedo índice y se dirigió a toda velocidad hacia su objetivo.
Precisamente aquella técnica. La técnica que su tío Karoi le había enseñado recientemente... ¿Quién le habría dicho que uno de sus primeros usos sería para matar a alguien?