25/05/2019, 16:20
(Última modificación: 25/05/2019, 17:27 por Aotsuki Ayame. Editado 2 veces en total.)
—Tienes razón —asintió Daruu—. ¿Pero qué hacemos con él? No podemos simplemente llevarlo a la habitación de La Bruma Negra —calló un momento, pensando en las posibilidades, y después resopló—. Madre mía. Creo que hoy van a matarme.
—¡¿Qué?! —exclamó Ayame, con un hilo de voz.
—¡No, no te preocupes! —respondió él, al darse cuenta de que Ayame se lo había tomado demasiado literal—. Vuelve al hotel, Ayame. Estaré allí en un rato.
Ella le contempló, no demasiado convencida, mientras Daruu se deslizaba por la trinchera, se colocaba junto al cuerpo de Watanabe y, tras un par de segundos, desaparecía en un destello rojo.
—Ay... —gimoteó la kunoichi, llevándose la mano a los ojos. No quería ni pensar adónde habría llevado Daruu el cadáver. Desde luego a la Bruma Negra no, pero eso no dejaba muchas más opciones, a cada cual peor que la anterior.
De repente sintió el cálido y suave tacto del pelaje de los dos mininos restregándose junto a sus piernas. La muchacha sonrió débilmente y se agachó un momento para acariciarles detrás de las orejas.
—¿Se encuentra bien, señorita Ayame?
—Tenemos que movernos.
—Sí, estoy bien... —Dentro de lo que cabía después de haber asesinado a una persona en contra de su voluntad. Aún temblorosa, Ayame se levantó y giró sobre sus talones—. Kiri tiene razón, volvamos a La Bruma Negra. Además, tengo algo para vosotros —añadió, antes de empezar a andar y deshacer el camino.
—¡¿Qué?! —exclamó Ayame, con un hilo de voz.
—¡No, no te preocupes! —respondió él, al darse cuenta de que Ayame se lo había tomado demasiado literal—. Vuelve al hotel, Ayame. Estaré allí en un rato.
Ella le contempló, no demasiado convencida, mientras Daruu se deslizaba por la trinchera, se colocaba junto al cuerpo de Watanabe y, tras un par de segundos, desaparecía en un destello rojo.
—Ay... —gimoteó la kunoichi, llevándose la mano a los ojos. No quería ni pensar adónde habría llevado Daruu el cadáver. Desde luego a la Bruma Negra no, pero eso no dejaba muchas más opciones, a cada cual peor que la anterior.
De repente sintió el cálido y suave tacto del pelaje de los dos mininos restregándose junto a sus piernas. La muchacha sonrió débilmente y se agachó un momento para acariciarles detrás de las orejas.
—¿Se encuentra bien, señorita Ayame?
—Tenemos que movernos.
—Sí, estoy bien... —Dentro de lo que cabía después de haber asesinado a una persona en contra de su voluntad. Aún temblorosa, Ayame se levantó y giró sobre sus talones—. Kiri tiene razón, volvamos a La Bruma Negra. Además, tengo algo para vosotros —añadió, antes de empezar a andar y deshacer el camino.